Prado Sevilla, en el municipio Zona Bananera, fue en tiempos de la United Fruit Company (1900-1966), un conjunto residencial en el que sólo podían vivir los gringos o altos funcionarios de la empresa. Entre heliconias, cocoteros y mafafas se encuentra la Casa 1, una vieja edificación con el estilo típico de las viviendas de las “ciudades bananeras”, rodeada de un amplio jardín reverdecido por la maleza. Allí reside Jorge Leal Molina desde que nació.

Su padre, Urbano Leal Mancilla, llegó a laborar con la United a los 20 años. Se desempeñó como jefe de exportación por 37 años. Compró la Casa 1 por 30 mil dólares para vivir con su mujer Gregoria Molina y sus cuatro hijos. Jorge recuerda los tiempos en la que la compañía bananera dejaba en cada casa caballos para que las familias salieran a cabalgar por la zona. Su infancia fue diferente a la del resto de niños de Sevilla, pues no recuerda haber jugado a la “bolita uñita”, al yoyó o al trompo porque sus juguetes eran sofisticados aparatos electrónicos que le obsequiaba la “Yunai”.

Al lado de la Casa 1 estaba el Club Social, donde los norteamericanos solían hacer sus acostumbradas fiestas y celebrar por lo alto el 4 de julio. Para la fecha traían las mejores orquestas del país: la de Pacho Galán o Lucho Bermúdez, por ejemplo. Todo eso en los años previos a la partida de la United para la región de Urabá, en Antioquia.
La edificación no posee una arquitectura ornamental;por el contrario, consta netamente de lo necesario: un amplio salón con piso de ajedrez, una tarima, un bar pequeño, una cocina industrial, un cuarto frío para las carnes y verduras, y baños. Hoy, el Club Social es una casa blanca de grandes ventanales, habitada por unos jóvenes militares que, en su descanso, escuchan champeta y reguetón. “Las casas que están pintadas de blanco son del Estado y las de color son particulares”, aclaró Leal.

“En el Club, los gringos jugaban póker y se apostaban a sus mujeres. Se intercambiaban las parejas;uno se llevaba a la mujer del otro. Esas son costumbres que las vemos mal, pero ellos eran de mente muy abierta”, añadió.
Leal vivió su infancia entre alemanes, holandeses, franceses, e hindúes que residían en Prado-Sevilla. Estudió en la High School y cursó dos carreras universitarias en Europa,donde vivió 18 años con sus hermanos. Ahora vive solo en la Casa 1, la cual se resiste a los embistes del tiempo y las inundaciones del río Sevilla. Quedan de la “bonanza verde” los muebles arrumados en una esquina por la última inundación, seis mecedores en los que nadie se sienta porque tienen las cintas rotas; un cielo raso deteriorado por el comején, las polvorientas cortinas que cubren los ventanales, el empapelado colgando de las paredes y otras antigüedades como un televisor de mesa, el reloj de péndulo y una vajilla exclusiva que lleva el sello de la Frutera de Sevilla.

Mientras Jorge Leal mostraba los clásicos utensilios de mesa y la elegante vajilla decía: “Conozco España, Francia, Holanda, Luxemburgo, Suecia, Suiza. Estudié en Aragón, en la Universidad de Zaragoza. Estudié medicina porque mi papá era el que nos asignaba las carreras. Después, yo me cansé; le dije: ‘Papá, ya hice tres años de veterinaria y tres de medicina, y no quiero seguir más’. Puso el grito en el cielo, pero no me importó. Entonces me dediqué a conocer Europa. Solo llamaba a mi mamá para que me mandara plata y así…”.

De los hijos de los empleados y administradores que vivieron en Prado-Sevilla solo queda él y otro hermano, que vive tres cuadras arriba. Los demás, según dijo Jorge Leal, llegan cada dos o tres años de vacaciones desde Europa o Estados Unidos a recordar las bellas épocas de la bonanza del banano. Este hijo de un alto empleado de la United fue uno de los muchos que, en Sevilla, Rio Frío o Guacamayal disfrutaron de los privilegios que la compañía tenía para ellos.
LA BRUSELITIS
“No ha existido en el Magdalena tanto dinero como en la época de la United”, dijo el sociólogo e investigador cienaguero Carlos Payares para Opinión Caribe. Payares es autor de Memorias de una epopeya(2008), libro publicado para conmemorar los 80 años de la masacre de las bananeras. Explicó que la élite que se enriqueció con la venta o renta de tierras a la compañía se dio la gran vida en Europa, sobre todo en Bruselas, destino favorito de la élite cienaguera de las primeras décadas del siglo XX.

En la Zona Bananera solo vivían indígenas y algunos terratenientes, nativos o un puñado de extranjeros al finalizar el siglo XIX. Con la llegada de la compañía francesa Inmobiliere et Agricola de Colombie, la Colombia Land en 1892 y luego la UFC las oportunidades de trabajo atrajerona miles de forasteros de muchos lugares del país y de las Antillas. Con la bonanza, entre 1910 y 1925, Ciénaga se convirtió en un pequeño pueblo de gente rica.

La palabra “bruselitis” fue la manera como se denominó satíricamente el prurito de la élite local de vivir en Bruselas, Bélgica. De hecho, es una derivación de la palabra brucelosis, una enfermedad infecciosa que afecta al ganado. Bruselas atraía no sólo por su esplendor cultural sino porque la vida allí era más barata que en Londres o en París. Con todo, algunas familias tradicionales de Ciénaga, como González Henríquez y Álvarez-Correa, tuvieron residencia en Londres y otras ciudades de Inglaterra hacia donde la compañía también exportaba banano.
Las costumbres refinadas adquiridas en Europa eran replicadas en Ciénaga y Santa Marta. “Los carnavales, los reinados, el juego a las cartas de las señoras, el póker de los señores, los enlaces matrimoniales de conveniencia, las buenas maneras a la mesa, la ropa fina y las modas, pero poco interés intelectual y mucha falta de instrucción técnica para administrar sus patrimonios. Fueron contados quienes hicieron estudios avanzados. La United Fruit Company trajo una época de esplendores y espejismos. La élite produjo algunos pocos

intelectuales, dos o tres profesores y tres o cuatro pianistas. Francisco Dávila y Rafael Pérez Dávila, que acaba de morir en Santa Marta (2016), pertenecen a la segunda generación de bananeros que comprendieron el valor de adelantar estudios superiores. Fueron a la larga, una vez la compañía se marchó a Urabá, destacados dirigentes y empresarios. Ambos hicieron estudios en Stanford, USA”, dijo el escritor cienaguero Clinton Ramírez, autor de la novela Las manchas del jaguar (1988), cuyo escenario son las fincas bananeras de Guacamayal y Sevilla.
¡SI NO FUERA POR LA ZONA, CARAMBA!
“El cultivo del banano y la presencia de la United Fruit Company le cambiaron la vida a Santa Marta. Santa Marta fue el principal puerto bananero del país, con toda la grandeza y miseria que esa situación implicaba. “Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía”, decía un porro de la época y que retrataba en forma gráfica el desarrollo desigual de la ciudad.”, dice el escritor samario Ramón Illán Bacca en su crónica “Los búcaros de Santa Marta”.
(Ver: La «yunai» en la literatura latinoamericana)

Si hay alguien que conoce las entrañas de la élite samaria es el escritor Ramón Illán Bacca. Ramón creció al lado de sus “tías victorianas” en la calle 18 entre 4ª y 5ª, en una de las vecindades más distinguidas de la élite bananera. Tanto en sus cuentos como en sus anécdotas figuran las necedades de la artistocracia local, de la cual se burla al tiempo que recrea su vida galante en Europa. Es la bananocracia de la que habla en sus libros el doctor Carlos Payares González, nieto del influyente bananero y político liberal Enrique González Guerrero, dos veces alcalde de Santa Marta. Este hombre construyó para vivir con su familia la casa en donde funciona la Registraduría Nacional del Estado Civil, en la Avenida del Libertador.
(Ver Los potentados del banano en tiempos de la United)
En su cuento “Si no fuera por la zona caramba”, Bacca narra la historia de una fiesta que la élite local le preparó al General Cortés Vargas, semanas después de la masacre de las bananeras, en los días previos al Carnaval de febrero de 1929. El personaje La Mona Navarro es la dama encargada de los preparativos de tal fiesta. El autor describe con gracia algunos de estos detalles:

“El único forcejeo fue con la música. Mona era partidaria de ritmos internacionales (los recién llegados de Bruselas y Londres quieren lucirse bailando el charleston, démosle la oportunidad), mientras que Serafina era propensa a la música recatada y llorona del interior del país. Al final decidieron alternar unos aires con otros. En lo que sí se mostraron inflexibles fue en no permitir que la banda tocara porros o cumbias. (Eso está bien para los salones burreros, pero no aquí donde está la gente bien).”
El baile real en realidad, en febrero de 1929, se promovió a instancias del propio General Cortés Vargas. Para la élite samaria, distantes de los hechos, la huelga solo fue una huelga más, sin mayores repercusiones.
LA DOLCE VITA

Úrsula Rebolledo era una bella joven cienaguera cuando vivió a plenitud la “dolce vita” que trajo el negocio verde. A sus 19 años se hizo amiga cercana del general Carlos Cortés Vargas en los cuatro largos meses que el militar estuvo al frente de la Zona Bananera, primero como Jefe Civil y más tarde como Jefe Civil y Militar. En una entrevista a Julio Roca Baena, en 1987, recuerda a Cortés Vargas como un hombre muy culto y religioso, pero sobre todo recuerda las parrandas con cumbia y tambora en la que los gringos quemaban billetes en Prado Sevilla para divertirse.
Úrsula Rebolledo residía entonces en Ciénaga y era hija de un “cachaco” enriquecido con el banano. Dijo, en la entrevista a Julio Roca Baena, que ella vivía de fiesta en fiesta. Las fiestas “En Santa Marta se hacían en el Park Hotel, que ahora está convertido en una casa de negocio. Recuerdo a Manuel Julián de Mier, a Juancho Noguera Dávila, a Simón Solano, padre de este niño de la televisión (Felipe Solano) que es exacto al papá cuando estaba joven. En Sevilla, las fiestas eran en el Club de los americanos, deliciosas. Tuve oportunidad de tratar con muchos extranjeros. El General (Cortés) no asistía: no bailaba, tal vez por el balazo en el pie. De mí, por supuesto, hablaron mal en mi época. Me arriesgaba a todo y no me importaba. Ahora, como entonces, creo que los militares no tuvieron la culpa”, concluyó.
Úrsula era una chica llamativa. Se ponía su sombrero para protegerse del sol y vestía con trajes “espalda fuera”, salía al mar y pasaba las horas en su bicicleta marina. “En esa época, todo eso era audaz. Me encantaba aprovechar, pasar buen tiempo con los políticos, conversar con ellos, no porque me interesara la política, sino por pasar bien tiempo. En Santa Marta, por ejemplo, entré en el grupo de los americanos. Uno que me gustó, fue mi marido, Percy Atkins.”

“Se vivía bien en aquellos años, de fiesta en fiesta”, agrega Úrsula. Su padre, Pedro Rebolledo, era como ella misma expresó un “cachaco” libertino que, junto a otros jóvenes de la compañía, alborotaban al pueblo con las pianolas. “Nací en el Hospital de la United Fruit en Santa Marta (hoy Clínica Cardiovascular), como todos los hijos de los grandes bananeros de la Zona, a quienes, además, no nos costaba viajar, de modo que salíamos a Costa Rica, a Panamá que estaba cerca. Estuve un año en Medellín, en un colegio de monjas, con otras muchachas costeñas, pero no me amañé, porque las monjas querían apretarme y mi carácter era más bien ‘amplio’.”
Rebolledo da algunos detalles en su entrevista sobre los meses posteriores a la mascare de obreros. “Fíjate que eso sí que es interesante. A raíz de la huelga los gringos tuvieron que aislarse y construyeron sus prados, sus vainas, les pusieron cercas pa’ que no hubiera muerto, porque lo que hubo en la Estación de Sevilla fue tremendo. Ahí había veintitrés gringos y los querían quemar vivos. Linchar.” Además, expresó con nostalgia: “¡Qué diferencia con los días en que se quemaban billetes en la cumbia y se bailaba con gusto! Hasta floreció una “casa de diversión” llamada “Chantilly”, en el barrio Obrero, por donde pasa ahora la carretera. Era su única diversión.”

Era común que las casas del Prado de Santa Marta y las de Prado Sevilla tuvieran energía solar y calentadores de agua. Los hijos de los bananeros asistían a las fiestas que se hacían tres veces por semana en los barcos americanos, franceses, suecos, etc. Rebolledo confesó que a pesar de todo lo vivido, su familia no fue una de las más adineradas: “No ocupábamos una posición social destacada, éramos más bien de esos que surgen y a quienes los de arriba miran mal y los de abajo también. Pero yo era feliz y solo me interesaba vivir la vida”, puntualizó “Ucha” Rebolledo, que para el momento de conceder la entrevista tenía 77 años y residía en Barranquilla.

En la década de los cuarenta, el reconocido arquitecto cubano Manuel Carrerá fue contratado por el Gobernador del Magdalena, José Benito Vives de Andreis para que construyera importantes edificaciones como el Hospital San Cristóbal (Ciénaga), la Clínica Materno Infantil (la Gota de Leche), el Hotel Tayrona (sede Gobernación del Magdalena) y el Teatro Santa Marta.
En éste último se presentaban obras de primera categoría. En 1951 se presentaron el famoso Xavier Cugat y su orquesta de cantantes y bailarines de Hollywood y los Niños Cantores de Viena dirigidos por Meter Lacovich. En el año 52 se presentó el concierto de piano de Gladys Le Bas, niña prodigio de 7 años, quien interpretó a Mozart, Chopin, Bach, Beethoveen, Schubert, Rameay, Mendelson, entre otros maestros, y la famosa bailarina de la Ópera de París, Carmen Gauthier. En el 59 los samarios vieron el espectáculo del violinista Henri Lewkowicz, la presentación de la Orquesta de Praga, y el Ballets de París de Miskovicth.
LA NOCHE Y LOS PROSTÍBULOS
Pero no solo las élites se dieron la gran vida. Los obreros y los empleados se las ingeniaban también para disfrutar de la bonanza en la medida de sus posibilidades. Los empleados y los hijos de estos tenían acceso a los clubes y casas de la compañía. Tanto así que, hoy en día, algunos los añoran a pesar de todo lo dicho y escrito sobre la huelga. Ricos, pobres y clase media disfrutaron a su manera en tiempos de la UFC.

Sobre este particular Clinton Ramírez anotó: “Los obreros, en los pueblos, después de los pagos y días de descanso iban a salones de baile, cantinas y prostíbulos a divertirse. Muchos jugaban cartas y ruletas en las cantinas y garitos.Los empleados de la compañía se divertían en los salones y casinos de la empresa. Las élites, en Ciénaga y Santa Marta, en sus casas mansiones y clubes sociales. En Ciénaga fueron famosas las academias de baile: unos prostíbulos disimulados. Se compraban cartones para bailar con las mujeres allí disponibles, putas o falsas francesas. Los potentados iban al hipódromo en Ciénaga. Pocos miembros de la élite bananera se bañaban en el mar. El mar, desde la visión de la élite, era un espacio para la plebe. Los poetas, advertidos de estas barreras, se limitaban a cantarlo desde la sombra de un árbol o una palmera. Tampoco comían el guineo que los enriquecía. Era comida para negros braceros y obreros”.

Muy pronto, en Santa Marta, el aumento de la actividad bananera en el puerto y el ferrocarril estimuló la aparición de locales donde marinos, operarios, braceros iban a beber, bailar y demandar servicios sexuales. En la calle 8, la famosa calle de las Piedras, llegaron a existir hacia la década de los cincuenta cerca de 30 burdeles. Los marinos de los buques preferían el Internacional Bar, el Well y el Faro. Los sábados, después del trabajo, la calle Cangrejal era otro de los sitos donde los obreros se encontraban para bailar cumbia mientras la élite samaria se divertía al ritmo de las espectaculares orquestas en el Club Social.

En las calles Cangrejal (calle 11) y Cangrejalito (calle 10) con la carrera cuarta se fueron instalando cacharrerías y almacenes donde se vendían todo tipo de artículos extranjeros y de contrabando. Allí se podía adquirir desde una olla pitadora y papel crespón hasta boquillas para fumar y galletas de chocolates. Fueron estos negocios la génesis del futuro San Andresito. Subsisten en estas calles, en medio de hostales, bares y tiendas, algunas casas del boom bananero. Este sector, al norte del Centro Histórico, se debate entre la recuperación y el deterioro.
SOLO EN UN PALACIO

Guillermo Henríquez es un escritor y dramaturgo cienaguero. Proviene de una familia adinerada y enriquecida todavía más en sus negocios con la United Fruit Company. Guillermo, ha hecho importantes investigaciones sobre la influencia de la historia de la familia Henríquez en la obra de Gabriel García Márquez. Para él, Gabo se basó en la historia de su familia grande para escribir Cien años de soledad (1967). Viajó a Europa, a fines de los sesenta, una vez la compañía pasó a Urabá.

Su familia fue propietaria de un edificio en Bruselas ubicado en la Rue Van Elewyck 33 que, en los años previos y posteriores a la Segunda Guerra Mundial, servía de residencia para sus amigos y allegados cienagueros y del país. Esta casa la compró en Bruselas el general Ramón Demetrio Morán Henríquez. Allí pasaron días de residencia hombres como Alfonso López Pumarejo y su hijo Alfonso López M.
De esta casa escribe Guillermo Henríquez en su libro Ciénaga en las claves de Cien años de soledad (2015): “Era la casa de los Henríquez en Bruselas, donde llegaban importantes figuras de la política colombiana ─los presidentes Alfonso López y Laureano Gómez─ como estudiantes de Ciénaga y Santa Marta, y eran recibidos con mucha deferencia por sus dueños.” Guillermo cita a su tía Lucila quien recuerda: “Mi hermana Ramonita se disfrazó de Luis XV, Cecilia de dama antigua y Alvarito Gómez, hijo de Laureano, de pollito en una fiesta en la Legación de Colombia en Bruselas. A Alfonso López mamá le hacía arroz de camarón seco, que papá llevaba desde Puebloviejo en sus viajes. También nos visitaban las hijas del dictador de Venezuela Juan Vicente Gómez, que estudiaban con las niñas”.

Guillermo es un hombre de 76 años. Actualmente, reside en un apartamento de la antigua casa de su abuelo paterno Manuel Antonio Henríquez Díaz Granados, en la calle 7 con carrera 11 (esquina), en Ciénaga. Su apartamento posee algunos tesoros de arte que conserva de su antiguo oficio de anticuario, que aprendió en Bogotá y España en los años setenta. La fachada de su casa la decoran unos bellos camafeos, entre otras figuras florales de yeso que arquean la entrada. Su casa se ubica en la misma cuadra donde su abuelo y sus hermanos construyeron el Teatro Barcelona, a una cuadra de la Plaza del Centenario.

Para construir una casa donde pudiera vivir su numerosa familia, su tío abuelo, Adolfo Henríquez DíazGranados, quien fue Alcalde de Ciénaga en 1924, pidió un préstamo al Banco H Álvarez-Correa Hermanos y con los 60 mil dólares obtenidos, levantó el famoso Palacio Azul, que fue inaugurado con un baile de carnaval en 1926. Muchas de las mansiones, casonas de la primera época de la United Fruit Company, en Ciénaga, permanecen semiderruidas y abandonadas, o se han transformado en tiendas, depósitos y discotecas ante la mirada complaciente de las autoridades responsables del Centro Histórico.

SE DESVANECEN LOS ESPEJISMOS
En los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, los bananeros de Ciénaga, encabezados por Anacreonte González Padilla, se encargaron de crear una compañía para exportar a Europa. Por estos años, bajo la influencia de Anacreonte González, importante político además, en Ciénaga se creó el reinado del banano. Este evento hacia parte de los intentos de los potentados cienagueros para relanzar el negocio verde por su cuenta.

El negocio, sin embargo, estaba tocado de muerte, como reconocen algunos analistas. Las tierras de la Zona Bananera habían perdido parte de su productividad y, en Costa Rica y Ecuador, empezaban a introducir modernas técnicas para transportar la fruta de las fincas a las empacadoras –el cableado–y de estas, en cajas, a los vagones del tren. Sin los dineros requeridos para realizar estas inversiones, o pasar a una variedad más resistente a las plagas y los vientos, los bananeros de Ciénaga y Santa Marta comenzaron a perder protagonismo. Varios huracanes en las década de los sesenta y la negativa del gobierno de Lleras Restrepo a autorizar el cambio de variedad en la Zona Bananera, dieron al traste con estos intentos de independencia. La Zona de Urabá se consolidó definitivamente a principios de la siguiente década. La suerte estaba echada para Ciénaga.
“Muchas de las fincas fueron adquiridas por el INCORA –Instituto Colombiano de Reforma Agraria- y entregadas a los campesinos y antiguos obreros. Los años de esplendor y espejismo hacían parte del pasado. El último reinado del banano, organizado en 1966, marcó el final de la bella época y la dolce vita. La última reina del Banano fue Pilar Hinestroza, candidata de Bogotá.”, agregó Clinton Ramírez.

Este triste período es descrito por Guillermo Henríquez: “Lo que valía millones en los años anteriores, valió menos que una vaca en 1966. Eso fue lo que nos ofrecieron por Monte Alberne Sur, la próspera finca de bananos situada cerca de Sevilla, Zona Bananera, un año después.”.
Muchas familias de Ciénaga empezaron a migrar hacia Santa Marta, Barranquilla, Bogotá y el exterior. Obreros, empleados y administradores tomaron el camino de Urabá. De esa manera Santa Marta y Ciénaga siguieron siendo lo que siempre fueron, unos pueblos con un par de familias dominantes, pero sin poder, según la visión de la aristocracia Caribe.
Carnaval 1960. La reina Rosa María de los Ángeles, su madre Ana María Henríquez y el dirigente bananero Anacreonte González.
Foto:Vicente Linero. Archivo Guillermo Henríquez Torres.
EL REINADO DEL BANANO
Por supuesto, en un país como Colombia tuvo que haber existido un reinado del banano en algún momento de su historia. El lugar fue Ciénaga. El año: 1963. El alcalde Joaquín Fernández de Castro Henríquez, primo de Guillermo, gobernaba para este año. En el primer Reinado Nacional del Banano concursaron Berta Henríquez Torres por Ciénaga, Margarita Sánchez por Santa Marta, Marlene Escamilla por Aracataca y Carmen Restrepo por Fundación.

Escrito para Opinión Caribe
Te felicito por este importante artículo
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Muchas gracias.
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Me gusta la forma sencilla de escribir la historia y sus protagonistas que al final somos todos los que venimos de esas tierras
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Felicidades por este material, se puede ver el esfuerzo investigativo y la dedicación con que se construýó, la temática mas que interesante y una redacción muy bien lograda. Excelente artículo.
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Muchas gracias, Jose. Gracias por pasarte por mi blog.
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Excelente me recuerda mi niñez y las anecdotas que me contaba mi tio quien fue comductor de la ambulancia del hospital de LA ESTACION. Me narraba cuando yo era pequeño, que en las fiestas y fandangos prendian las velas de las bailadoras con dolares. Recuerdo su traje blanco impecable en el escaparate y que las fiestas las amenizaban orquestas. Asimismo, que algunos amigos se disfrazaban de mujeres para no pagar la entrada, al parecer para bailar una chica debian pagar una boleta o tiquete.
Muy buen trabajo, reforzó lo que me narraba mi tio y que yo obivamente le transmito a mi hijo.
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Fantastico articulo sobre la bonanza bananera y la historia verdadera de los personajes, lugares, viviendas, muebles, objetos de mucho valor de la novela Cien años de soledad, de Garcia Márquez, tambien el desarrollo que tuvieron las ciudades y poblaciones de Santa Marta, Cienaga, Sevilla, Aracataca y Fundación la produccion y exportacion de bananos por parte de la Cia, United Fruit Company a Usa y Europa. Estos dineros sirvieron para que los productores viajaran y sus hijos estudiaran en Europa, especialmente en Bruselas, Barcelona, Londres, y París.
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Fernando Díaz Díaz, historiador amigo ya fallecido, me dijo alguna vez que la historia se aprendía mejor en la novela, en el cuento o en la crónica. Esta excelente crónica de la comunicadora social y escritora Annabell Manjarrés es un buen ejemplo de la anterior afirmación. En ella, más que los datos, está el pensamiento, el modo de ser de esa sociedad que existió en la época de las bananeras. Y con ellos el cuadro de una realidad cuyo esplendor solo desde lejos veían los de abajo, y que produjo en el momento de la previsible protesta, la célebre Masacre de las bananeras. Felicitaciones a la autora por este trabajo que pone de presente sus calidades académicas y literarias.
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Gracias por sus apreciaciones, poeta.
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Muy interesante el articulo. El pasado debe conocerse tanto lo positivo como lo negativo. Cienaga, Santa Marta y la Zona tienen una rica historia
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Muy interesante, mi abuelo Octavio Manuel Tatis González llegó de Cartagena a trabajar en el dispensario de Sevilla con la United Fruit Company como Médico y se casó en Ciénaga Magdalena con mi Abuela Maria Sales Campo, me encantaba oír esos relatos
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Excelente articulo, yo amo las historias que envuelven esta preciada fruta que es oro en nuestro país!!
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Annabell la felicito. Exelente articulo. Como me gustaría conocer mas sobre estas historias de los espejos o de los espejismos de nuestra región..
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Annabel, tremenda crónica! Merece un premio, muchos premios. Soy seguidor de todo lo que aconteció en la Zona Bananera y tengo de allí muchos recuerdos. Para crónicas como está, están abiertas las páginas de Sociedad de la Imaginación.Te felicito!
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Una belleza de texto. Te felicito.
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Apreciada Annabell.
Tu ímpetu escritural es incontenible. Ya los reportajes te son insuficientes. El asunto bananero va para novela.
Ánimo mi apreciada y recordada poetisa.
Con especial cariño,
Carlos Blanco
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Es un gusto conocerte por lo menos,mediante este relato que es uno de los mejores y más completos que he visto . Te felicito grandemente y ojalá publicaras obras relacionadas. A mi me toca directamente este tema ya que mi padre Guillermo De Castro, trabajo para la Compañía Frutera de Sevilla por muchos años y frecuentaba mis los servicios médicos en Sevilla . al igual que nos divertimos muchísimo en las fiestas que se hacían en Santa Marta.para.las épocas de Carnaval y Navidad .
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Interesante para recordar que de los recuerdos no se vive. Bonito intento el de los samarios de creer que se podía vivir eternamente gastando plata en cantidades sin pensar en educarse o invertir en proyectos. Les faltó visión de futuro, y los pobres se volvieron más pobres.
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Excelente artículo. Lástima que un desadaptado trate de ridiculizar con palabrotas y vulgaridades tan buen trabajo.
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Maravilloso reportaje. En él mencionas a una persona muy querida, Ucha Rebolledo.
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Excelente articulo. Te felicito Annabell. Santa Marta, Ciénaga y nuestro departamento tienen una historia deslumbrante….
Ánimo
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Estupendo artículo. Extraordinario para reforzar la historia vivida y narrada x nuestros mayores!
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Excelente trabajo que resume tiempos que no viví y los últimos que viví 1966, aquí en esta historia, de la cual tenía baches de la antigua e incertidumbres porque siempre se hablaba solo de la parte oscura y violenta. Lo malo o lo bueno se quedó allá , en el pasado, no me toca demandar ni juzgar, porque no lo vi ni viví y que nos sirva de ejemplo hoy, porque; si pasó algo malo en el pasado, se debió juzgar en el pasado, y sino, era pertinente. Hoy vivo aquí y puedo juzgar y demandar en el presente lo que sucede y pulula en los medios de comunicación, además que no deja de seer una buena época de entendimiento y diversidad humana en el territorio, ahora, por la explotación del turismo. Ya vacunados, por la caída de la dolce vita, por falta de proyectos que no hicieron para sostener, nos disponemos a entrar a otra mejor y perenne. Porque viene la era y bonanza maderable, programa de la Corporación Geosierra del Magdalena, para reforestar en la sierra nevada de Santa Marta con, 100.000, cien mil, árboles maderables, programa inicial a 15 años, en cronograma y extensible a 1.000.000, un millón de árboles maderables en todas las especies regionales de la costa, como
un renglón económico y hacer en la economía nacional, un departamento sustentable en economía, ambiental y turístico. Es un programa de interés público, y por lo tanto, abierto en participación de proyectos MADERABLES. lA DOLCE VITA VUELVE PARA QUEDARSE.
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Gracias por su comentario, Efraín. Sí, esperemos que los samarios y magdalenenses en general aprendamos de nuestra historia para poder avanzar definitivamente. Un saludo.
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La felicito ANNABELL excelentes crònicas de la historia del pueblo pionero del sembrado del banano
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Muy buen artículo, para recordar una época de nuestros ancestros y que vivieron en Santa Marta. La casa de la calle Cangrejal o callejón de la estación dónde vivió la familia Yanet y era de mi abuelo Andrés A. Yanet y dónde existía la Casa Comercial Andrés A. Yanet , exportador de Café para los mercados Europeos entre 1910 y 1930 figurando en el libro Azul de Colombia, editado en 1917.
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Hola Annabell, grato conocer de usted. La historia que narró me cautivó tanto que la leí 3 veces. Con mis padres, hermanos y familiares fuimos coprotagonistas de aquella bella y productiva época agroindustrial de la Producción y Exportación del Banano, nuestro bendito «Oro Verde». Todo aquello marcó millones de vidas. Hoy reconocemos que miles de nuestros ancestros no capitalizaron el ejemplo empresarial de la U.F.C. ó Compañía Frutra de Sevilla (CFS)!
ANNABEL de acuerdo a su aceptado y grato documento histórico, nos correspone voltear las hojas del libro de los rencores y darnos la satisfacción de estudiar, planear y proyectar un mejor modus vivendi para todo el Recurso Humano de la Zona Bananera del Dpto del Magdalena.
La palabra Gracias, es poco para valorar su Trabajo Bien Hecho…De nuevo Gracias!
Vivo en Santa Marta y soy periodista cultural, deportivo y empresarial. Viví en Sevilla, Guacamayal, en El Prado de la Estación, Ciènaga e igual trabajé más de 20 con las C.I Comercializadoras de Banano.
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