Los cinco primos corrieron a ver como la tía Eugenia iba decidida a cortar la trenza de María José. Este sería su castigo por trasnochar en la calle y regresar como si nada.
—Tía, mi cola de caballo es la culpable, pero ¡por Dios, no la cortes!
Sin atender a sus súplicas, la tía Eugenia cortó de tajo la larga trenza. Sorprendidos quedaron tanto ella, como su tía y sus cinco primos al ver cómo la cola de caballo se movía en el suelo.
—¡Una serpiente!- gritó uno de los primos.
—¡No, una lagartija!- exclamó el otro.
La tía Eugenia al no saber qué hacer se le ocurrió que si rapaba a su sobrina el pelo dejaría de moverse.
—¡Espera, tía!— Intervino la prima tercera. Metamos el pelo en una olla con agua caliente y hagamos una toma para conseguir marido. Las otras dos primas estuvieron de acuerdo.
Y en esa olla caliente, María José entregó un poco de sus virtudes de lagarta trepadora y sus cinco primos se casaron. Con los años, su trenza negra de pelo grueso le volvió a crecer hasta la cintura. Tenía algo de escorpiona en su forma de ser y de andar, que ya no le bastaba con ser la amante de las parejas de sus primos. Todos, ellos y ellas, buscarían hasta la desesperación, el origen de esa inigualable cola inquieta en María José.