Jota Mario Arbeláez, cofundador del Nadaísmo, llegó a Santa Marta invitado por la Red de Talleres de Literatura Relata, para ofrecer una charla sobre este movimiento literario. Con el desenfado que lo caracteriza, calcula que el Nadaísmo es el último movimiento intelectual colombiano que tiene cinco años más que las Farc, seis más que los Rollings Stones, y no ha colgado la lira porque no ha habido otro grupo más berraco que la recoja.
Son 55 años viviendo del Nadaísmo, una secta literaria que rompió los esquemas de una Colombia ultraconservadora. Jota Mario Arbeláez concedió esta entrevista a la revista Macondo convencido de que “nada es para siempre”.
¿Existe el Nadaísmo?
Como acabas de anotar en la presentación, el Nadaísmo ha sido una constante en la vida de los nadaístas que ya estamos mamados de él. Precisamente, estoy proponiéndole a los sobrevivientes del grupo que le apliquemos la eutanasia, a pesar de que no es un enfermo terminal, pero después de 55 años de llevarlo a cuestas como un madero mesiánico, es preferible enterrarlo y seguir viviendo y comiendo del muerto.
¿Cuéntenos de su experiencia en Santa Marta?
Una cosa importante y grata volver a Santa Marta después de 14 años, de compartir con la juventud y hacer un tributo al pintor Enrique Calle Kat, que está enterrado en el cementerio de Taganga al lado de una preciosa mujer que amé mucho, una bailarina y actriz estrella llamada Sadith Restrepo. A ellos les consigno mi devoción.
¿Cómo conoció al pintor Kat? ¿Qué recuerdos le vienen de su amistad con él acá?
Al pintor Kat lo conocí cuando él y su esposa tenían 20 años y yo 21. Me enamoré de ella y él se fascinó de eso. Entonces nos pintaba, nos llevaba la comida, nos atendía en todo, apoyó incluso nuestro primer aborto. Me parecía un personaje tan extraño como salido de una película francesa. Después Kat se convirtió en una leyenda al pintar en todos los Johnny Cay de San Andrés, pero se lo llevó un poco la droga. Lo rescató un hijo de él, lo trajo a Taganga a vivir bien y aquí murió.

Hace 14 años fui a visitarlo, a ponerle una florecita en la tumba, y vi que al lado estaba el nombre de la bailarina, quien tuvo un final muy terrible: le pegaron un tiro. Su tumba estaba al pie, como la rival de la esposa de éste. Esta circunstancia la vi como una tragedia pasional muy hermosa, digna de escribirse. Algún día tendré que escribir al respecto. Eso ha marcado mucho mi presencia en Santa Marta.
¿Y recuerdos de Santa Marta y la poesía?
A Santa Marta fui invitado en algunas ocasiones por el poeta Vargascarreño, que tenía el grupo Poetas al Exilio. Ganó un premio, por estos días, de poesía del cual fui jurado. Me congracié mucho con él por persistir en su trabajo y no solo como escritor sino como traductor, pues tradujo la obra completa de uno de los escritores norteamericanos más destacados: Edgar Lee Masters, la Antología de Spoon River; acabo de leerla y estoy fascinado, pues al traducir se manifiesta más como poeta.
Usted dijo que el Nadaísmo más que un movimiento literario es un movimiento social.
Yo creo que el Nadaísmo fue más un movimiento social a pesar de que sus integrantes nos presentamos como escritores y poetas. Lo que sí tratamos de hacer, e hicimos por encima de la revolución y el marxismo, fue una revolución en las costumbres de la sociedad, principalmente de los jóvenes. Por ejemplo, ya no es tabú el amor libre, ni el consumo de cannabis, que fueron unos de los elementos que en principio afrontamos en la sociedad en la que vivíamos.
¿Es mejor esta sociedad de ahora que, por lo visto, es nadaísta, a la de ustedes?
La sociedad sigue siendo la misma; sin embargo, lo que sí veo ahora, que acabo de asistir a la lectura de los integrantes de Relata, es su expresión. Noto que el Nadaísmo ha tenido un alto grado de penetración y no porque hayan asumido el Nadaísmo sino porque ya se ha descontaminado la atmósfera expresiva, de tal forma que se pueden decir las cosas de una manera desenfadada absoluta; cosas que antes no se permitían; por ejemplo, ciertas expresiones bruscas y burdas, ahora son el pan de cada día. De modo que sí me siento muy satisfecho con que el Nadaísmo haya permeado a la sociedad.

Usted fue nadaísta y revolucionario ¿Cómo llegó a ocupar un puesto de diplomático?
No solo diplomático, pues en la época de Belisario Betancurt anduve por Europa como embajador volante de la paz, pero prácticamente no le hacía la propaganda a Belisario sino a Jaime Bateman. Además, había mucha simpatía por la paz y esa tendencia revolucionaria provenía de los marxistas ortodoxos como los de las Farc. Posteriormente, fui Secretario de Cultura de Cundinamarca, donde aproveché para hacer lo que uno puede hacer en medio de la borrasca, insuflarle libros a las bibliotecas y crear las bandas de los 116 municipios del departamento. Esto fue una gran satisfacción. El gobernador de la época leyó un libro mío y quiso que yo fuera Secretario de Cultura. Llegué a pensar que el nombramiento era por mi desempeño pero, en realidad, fueron tejemanejes de recomendaciones. Otro personaje clave de esa época era el vicepresidente de la República, Humberto De la Calle Lombana, el mismo que en estos momentos está gestionando la paz para el país, y quien ha sido un nadaísta confeso.
¿Fue Andrés Caicedo un alumno del Nadaísmo?
Con él fue algo fantástico. Primero me había enviado un cuento impreso que se llamaba “El atravesado”. Pensé: este muchacho es una sorpresa, es un lenguaje insólito. Era el lenguaje que estábamos esperando, sobre todo en el Valle y en las clases de preceptiva literaria, donde nos ponían como modelo a María de Jorge Isaac y decíamos que había que abolirla de alguna forma, superarla o hacer otra propuesta, porque María es un monumento al mal polvo. Cuando aparece Viva la Música, pensamos: Aquí llegó lo que tanto estábamos esperando.
El caso de Andrés Caicedo con esta novela es muy parecido al de Raúl Gómez Jattin, quien llegó con una voz atronadora, retumbante, maravillosa, evocativa y de una manera completamente erótica. “Donde duerme el doble sexo” es uno de los textos eróticos más conocidos que no he visto ni en el divino Marqués de Sade. De modo que en ese desparpajo expresivo vemos cómo empieza a manifestarse la estética del Nadaísmo, sin ser practicada propiamente por los militantes del movimiento. Y hoy me voy contento porque noté, en el taller al que fui invitado, que verdaderamente lo que escriben los chicos contiene todos los gérmenes, todo el miasma y toda la contaminación bacteriana que el Nadaísmo siempre quiso imponer.
¿Qué significó para usted conocer a un personaje como Gonzalo Arango?
Eso fue el encuentro de la vida. Yo encontré en él a un maestro, una especie de Krishnamurti. Acababa de leer Así hablaba Zaratustra, que pronosticaba la llegada del superhombre. Gonzalo Arango me lo vino a reencarnar y a conducirme por el camino que no conduce a ninguna parte, como él mismo me decía. Me fui por ese camino, han pasado 55 años y me siento completamente satisfecho de haber hecho esa elección fracasada, aparentemente, porque una vez dijimos: “Los nadaístas nos propusimos fracasar y fracasamos en el intento”.