Annabel Villar, Julio Pavanetti y un recorrido por Estambul

La Torre de Gálata nos había ofrecido un panorama generoso de Estambul. La tarde estaba grisácea y los albatros volaban cerca de nuestras narices. Geográficamente estábamos en toda la orilla norte del Cuerno de Oro, separados por las aguas del Bósforo de la península de la antigua Constantinopla. Las azoteas anaranjadas del barrio Karaköy contrastaban con un sol opaco que dudaba caer sobre las apacibles aguas del estrecho. Después de la llovizna, bajamos los 66 metros de la Gran Torre a bebernos un cafecito turco en un bar bohemio del centro histórico. Durante todo el día había estado atenta a los solemnes llamados del muecín. A las cuatro de la mañana, con mi reloj biológico disparatado, esperaba en mi habitación aquella voz musulmana que, desde el minarete más cercano, quebraba la madrugada para invitar a los fieles a la primera oración del día.

Con Julio Pavanetti y Annabel Villar, la pareja de poetas uruguayos con quienes leí poemas en el Festival de Poesía de Estambul Nazim Hikmet, conocí el barrio Sultanahmet, el Gran Bazar y otras callecitas interesantes de la ciudad antes de llegar a la gran Torre de Gálata. Al bajarnos, ya cansados y hambrientos, caminábamos por uno de esos tantos callejones comerciales de Karakoy con rumbo al puente Cuerno de Oro del Metro, que nos llevaría de vuelta al muelle de Üsküdar, antiquísimo barrio asiático de Estambul.

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Panorámica de el Bósforo desde la Torre de Gálata. Foto: Annabell Manjarrés Freyle. Estambul, 2017.

Atardecía. Era la hora del cuarto llamado del muecín. Mientras la gente caminaba entre ventiladores, herramientas, muebles, verduras, motores, mangueras, escobas, entre otros tantos cachivaches a la venta, iba engatusada por ese canto arabesco que no sólo me devolvía a las mezquitas Azul y Santa Sofía, sino a todo lo que mi mente codificaba como cultura del oriente próximo: ese pasado lejano latiendo desde la edad del bronce. El llamado del muecín me hacía pensar en las luchas por la península de Anatolia, suelo transgredido desde siempre por hititas, persas, celtas, griegos, romanos, y godos. Suelo mítico de Troya, nuevo para mí pero acontecido hace siglos por los imperios Bizantino y Otomano. En fin, no importaba, Annabel Villar estaba en otra sintonía:

“¡Por Dios!, ¡pobre hombre!”, dijo Annabel con su cadencioso acento uruguayo refiriéndose al muecín, “lleva más de media hora lamentándose. Qué alguien lo ayude, por favor”.

Annabell, visiblemente molesta, estaba lejos de aflojar su presa. “Alguien debe decirle que la vida sigue y a nadie le importa su drama”, anotó. “Acaben con su tragedia.”

La chispa de Annabel me sacó mis cavilaciones. Julio y yo no parábamos de reír.

“Debes admitir que te diviertes con Anna”, le dije a Julio. “Qué más me toca”, me respondió bromeando.

EL DESTINO

Se conocieron desde niños en Uruguay. Sus madres se habían criado juntas en el barrio La Fraternidad en Montevideo, pero ellos no eran tan cercanos entonces. Julio Pavanetti emigró a España en 1977, primero vivió en Santander y luego en Benidorm, provincia de Alicante en el Mediterráneo. A finales de los años 70, Uruguay estaba sumido en una profunda crisis política, económica y social producto de la dictadura cívico-militar que se extendió desde 1973 hasta 1985. “Si bien mi primera intención fue regresar a mi país apenas volviera la democracia, ésta tardó bastante más de lo que yo había imaginado”, explicó Julio, “y pasado el tiempo, mis circunstancias personales cambiaron, mis dos hijas nacieron y crecieron en España, donde siempre me han tratado maravillosamente. Eché raíces, me nacionalicé español y se alejó definitivamente la posibilidad del retorno”.

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Julio Pavanetti y Annabel Villar frente a una vitrina del barrio Karaköy. Estambul, 2017. Foto: Annabell Manjarrés.

Annabell Villar salió de Uruguay por otras razones. Dejó de trabajar en 2001 en el Banco Río de Plata para operarse de la vista en Alicante, España donde pensaba tomarse un año sabático que terminó extendiéndose por 16 años más una vez se reencontró con Julio.

Me intrigó saber cómo dos poetas pueden convivir juntos por tanto tiempo. Anna me dijo que, como toda convivencia, nada es sencillo pero que la poesía ha ayudado a vencer el pudor transparentando los sentimientos y las emociones. Julio termina explicando: “Te diré que no tiene que ser difícil si se respeta la independencia en la creación y el espacio de cada uno. Tenemos discusiones en medio del estrés que nos genera la gestión cultural pero nada que no se pueda solucionar con diálogo y respeto. Creo que esa es la clave”.

La primera vez que departí con Anna y Julio fue en el restaurante del Silence Istambul, un hotel cinco estrellas donde el ayuntamiento de Atasheir tuvo la esplendidez de hospedarnos. “Algo bueno tuvimos que haber hecho en esta vida para merecer estar aquí”, comentó Pavanetti con una sonrisa de oreja a oreja. Asentí diciéndoles que ese era mi primer viaje internacional. Un viaje al otro lado del mundo catapultado por la poesía.

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Julio Pavanetti de espaldas a la Basílica Santa Sofía. Estambul, 2017. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

PAPÁ BENEDETTI

Tal vez en Europa les hayan preguntado cientos de veces qué opinan de la poesía de su compatriota Mario Benedetti, el más conocido poeta de Uruguay, pero yo no departo a diario con uruguayos ni hablo a menudo de Benedetti, así que la pregunta no dio espera.

“Significa un retorno a nuestras raíces uruguayas”, comentó Annabel “en lo particular me siento identificada con el estilo conversacional de su poesía. La influencia, si la hay, no la sabría identificar porque seguramente está incrustada en el subconsciente y su eco se escucha en mis versos sin que me dé cuenta”. Julio por su parte dice: “Para mí Mario Benedetti es uno de mis grandes referentes y no solamente por su obra poética sino también por su amplia labor literaria en general, así como por su humanismo y su compromiso personal”.

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Annabell Villar y la bandera de Turquía. Estambul, 2017. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

LA POESÍA ES EL MOTOR

Éramos los únicos hispanohablantes en el festival de poesía. A diferencia de mí, que aún hablo el inglés con ciertos esfuerzos, Annabel y Julio lo conversan sin tropiezos. Gracias a los dos pude desenvolverme en algunas circunstancias. La primera vez que leímos juntos fue en el centro de exposiciones y eventos Cemal Süreyya, donde horas antes habíamos dado una conferencia sobre el poeta Nazim Hikmet. Nosotros, no tan cercanos al poeta, nos arriesgamos a exponer nuestros puntos de vista sobre la poesía de este gran autor del siglo XX motivado por el amor y la causa comunista. Al respecto, ¿qué motiva a Annabel y a Julio a escribir? Julio, quien empezó a componer canciones a los nueve años inspiradas en los poemas de Juan Ramón Jiménez, dijo que en su poema “Cuestionamiento” se hace la misma pregunta pero nunca llega a responderla. “Lo hago porque lo necesito”, confesó al fin. Annabel explicó que escribe para compartir lo que siente con los demás. “Mi vida interior no es tan diferente a la del resto de los mortales, sólo que la mayoría tal vez no se animan a mostrarla, o bien no saben cómo hacerlo”, agregó.

Ambos prefieren no extenderse en listas de autores que los inspiran a escribir sino en los estilos. “No me gustan los poetas que hacen del lenguaje críptico su marca de fábrica”, señaló Annabel “porque me parece que creen que no llegar a la gente, no ser entendidos más que por un grupo de iniciados, les da una exclusividad dentro de ciertas élites intelectuales”. A la poeta uruguaya tampoco le gustan los “poemas narrativos”, dice que es fácil escribir un texto en prosa y cortarlo en forma de versos sin métrica y sin ritmo y que esto no sería propiamente poesía. “Me gusta mucho la poesía escrita por mujeres porque la siento más auténtica”, continúa “creo que las mujeres tenemos menos reparos en transmitir nuestro interior y nos interesa menos pertenecer a esas élites que aplauden a los poetas crípticos de los que hablé, aunque por supuesto, en ambos géneros hay de todo como en la viña del Señor”.

LA POESÍA ¿PARA QUÉ?

“Una vida dedicada a la poesía debe servir para algo”, les comenté “aunque al mismo tiempo no parezca tener mucho efecto en el mundo”. Anna me respondió que “Lamentablemente, la poesía hoy en día tiene mala prensa, al menos en Europa, vivimos en una sociedad que encuentra normal mostrar en las redes sociales todo lo que hace, pero es incapaz de expresar lo que siente porque le causa dolor y en este siglo XXI parece que es urgente la satisfacción inmediata de nuestros deseos”. “En mi caso particular”, dijo Julio “la poesía me sirve para enfrentar la vida con otra mirada. Me ha dado libertad y creo que, gracias a ella, soy mejor persona. Soy de los que opino que es necesario que los poetas tomemos partido hasta mancharnos, como decía Gabriel Celaya; no podemos mantenernos en la neutralidad. Los poetas hemos sido, desde Homero, quienes hemos intuido en la capacidad verbal de nuestra especie la posibilidad de que algún día la palabra se imponga sobre todos los dramas que afectan al ser humano”. Para Pavanetti, el poeta debe enarbolar siempre la bandera del amor y de la paz.

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Los poetas uruguayos Annabell Villar y Julio Pavanetti en un café bohemio de Estambul. Estambul, 2017. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

GESTIONANDO UN AMBICIOSO FESTIVAL

Julio y Anna poseen temperamentos diferentes. Annabel es explosiva, directa y de una segura franqueza; Julio es más llevadero, también sincero, pero más tenue y diplomático. Este ying yang de la poesía uruguaya organiza en España el Festival Internacional de Poesía “Benidorm & Costa Blanca”, que este año celebrará su segunda edición del 23 al 28 de octubre. Esta vez el evento contará con la participación de poetas de 13 países y, a diferencia de la primera edición, tendrá tres días más y se celebrará en cinco ciudades.

“Debe ser muy difícil para ambos organizar un festival de tal magnitud”, les comento a manera de pregunta en la estación del metro subterráneo de Üsküdar. “Nosotros, con el Liceo Poético de Benidorm”, respondió Julio “una asociación internacional de poetas establecida en España, llevamos casi quince años en esta labor y muchos colegas se preguntan de dónde sacamos fuerzas para continuar trabajando sin apoyo económico alguno, pero somos libres y tercos, y seguimos adelante a base de mucha imaginación para que el desánimo no nos derrote”. “El principal reto de la gestión cultural es la miopía de las autoridades”. Annabel Villar opina que el reto más difícil es la miopía de las instituciones a las que poco   importa la cultura, sin embargo, le es más complicado luchar con un público volátil que sigue superficiales modas culturales.

SOBRE LA POESÍA LATINOAMERICANA

Excepto por los poetas Müesser Yeniay y Metin Cengiz, el resto de poetas turcos no tenían publicaciones de sus poemas en español, por lo tanto fue lamentable asistir a ese primer recital sin un intérprete que nos ayudara a comprender la poesía turca. A propósito de la poesía en español, Annabel y Julio poseen opiniones no tan dispares sobre la poesía latinoamericana. Para Annabel, la poesía latinoamericana en comparación con la europea es muy variada y con muchas luces y sombras. “Dentro de lo poco que conozco”, dijo “yo creo que hay una poesía del norte, otra del sur y una centroamericana, en ésta última se mantienen más vivas las formas clásicas de la poesía española. En el Caribe, creo que hay una poesía muy influenciada por el Realismo Mágico, es muy buena por cierto, sobre todo por las mujeres poetas. En el Cono Sur, la poesía está más alejada de las raíces indígenas, influenciada por autores europeos y norteamericanos”.

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Panel “Nazım Hikmet, Peace and Poetry” celebrada el 6 de mayo de 2017 en el centro de exposiciones y eventos Cemal Süreyya en Atasehir, Estambul (Turquía).

Pavanetti agregó que la poesía latinoamericana ha evolucionado en este siglo aunque, técnicamente hablando, aún sigue conservando el ritmo modernista. “Algunos poetas y críticos españoles suelen decir que gracias a los poetas y escritores latinoamericanos se mantiene viva la lengua española”, señaló “en España preocupa el aumento de las palabras moribundas, muchas de ellas de una belleza extrema, pero que ya casi nadie usa. Por eso pienso que la literatura latinoamericana puede llegar a convertirse en la gran defensora de la supervivencia de la lengua castellana”.

LA DESPEDIDA

Antes de visitar la Torre de Gálata visitamos el Gran Bazar. Para no perdernos en sus más de 58 mil calles y 4 mil tiendas decidimos caminar dos o cuatro calles devolviéndonos a un local cercano de la entrada. Los comerciantes probaban con nosotros varios idiomas hasta que acertaban con el español. “Buenos, bonitos, y baratos”, nos decían señalando su mercancía. Hay tanta variedad en el Gran bazar que pareciera que los turcos ponen el mundo en venta. Algunos de ellos atinaron a adivinar que provenía de Colombia: la mochila Wayuú me delató. Por más de doscientos años Colombia ha mantenido intercambios comerciales con Turquía en la península de La Guajira. Al día siguiente me regresaría para Colombia sin escalas en Europa, un viaje largo pero satisfactorio. Julio y Annabel fueron muy amables al despedirme en el lujoso lobby del Silence Istambul. Después del Festival de Estambul irían invitados a otro evento literario en Brasil y luego vendría el suyo, meses de intensa gestión les esperaban.

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Annabel en el lobby del hotel Silence Istambul. Estambul, 2017. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Organizar un festival internacional de poesía demanda tiempo y concentración, por eso ambos confiesan no tener mucho tiempo para sus proyectos literarios. Julio espera publicar en algún momento un libro de poemas de amor que ganó un certamen literario, en cambio Anna atraviesa un periodo de crisis-oportunidad en el que replantea su trabajo poético. “Supongo”, expresó “que el leer mucha poesía y estar en contacto con muchos poetas te hace conocer tus propias limitaciones y creo que estoy en esa etapa de transición en que, si bien reconozco esto racionalmente, mi creatividad no está preparada para retomar la escritura desde ese otro lugar al que tengo que llegar”.

con los uruguayos
Julio Pavanetti, Annabell Manjarrés Freyle y Annabell Villar en el Silence Istambul. Estambul, 2017.

Salgo en la noche para el aeropuerto de Estambul con sus libros de poemas y los recuerdos que ahora nos conectan. “Al menos Facebook servirá para mantener el contacto”, pensaba en el taxi contemplando los rascacielos y la perfecta  iluminación de las mezquitas modernas. De modo que, cruzando nuevamente el Puente del Bósforo, me despedí mentalmente de la ciudad, del festival y de mis nuevos amigos mientras el conductor, un anciano que no hablaba para nada el inglés y con quien probé suerte usando el lenguaje de señas, iba fumándose un Camel al tiempo que escuchaba una enérgica lista de Turkish pop.

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Un comentario en “Annabel Villar, Julio Pavanetti y un recorrido por Estambul

  1. Muchísimas gracias y felicitaciones, querida Annabell, por esta magnífica crónica-entrevista. Has hecho un estupendo recorrido recordatorio de nuestras peripecias durante nuestra estadía en la bella e histórica Estambul. He vuelto a revivir hermosos momentos compartidos de poesía y amistad. Espero que los duendes de la poesía nos lleven a encontrarnos pronto en cualquier lugar del mundo. Ha sido un verdadero placer conocerte y ahora se ha repetido el placer al leer tu nota. Gracias y… ¡Enhorabuena!

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