* El escritor Rafael Darío Jiménez lanzó su primera novela: La nostalgia del coronel, el 27 de mayo en las instalaciones del antiguo hospital San Juan de Dios. La novela propone una recreación de la vida del abuelo del Nobel colombiano Gabriel García Márquez.

Muchos años de después (casi 30) de arduas investigaciones, el poeta, periodista y escritor Rafael Darío Jiménez concluye su tan esperado libro sobre Nicolás Márquez, el mítico abuelo del escritor Gabriel García Márquez. Para ello, Rafael Darío consultó diversas fuentes: diarios personales, periódicos, cartas, y entrevistó a parientes y conocidos del coronel Nicolás Márquez, entre ellos a su famoso nieto “Gabito”.
Fue el mismo Gabo quien en 1993, en Cartagena de Indias, le sugirió dejar a un lado las averiguaciones sobre la vida de su abuelo y dedicarse más bien a inventárselo, consciente de los naturales y necesarios vacíos en la biografía de todo hombre.
A pesar de este consejo, Rafael Darío, acucioso periodista, siguió removiendo archivos y más archivos para su libro. Al final, después de 23 años de la entrevista con Gabo, quedó en paz con el nieto del coronel y consigo mismo al publicar La nostalgia del coronel, un conjunto de crónicas estructuradas alrededor de la personalidad de uno de los militares de la famosa Guerra de los Mil días, episodio recreado ampliamente en las páginas de Cien años de soledad (1967).

El resultado es un libro con valiosa información no solo sobre la vida de Nicolás Márquez, sino de la historia política y social del Magdalena Grande entre la segunda mitad del siglo XIX y vísperas de la Segunda Guerra Mundial.
El libro es publicado por Uniediciones y fue presentado recientemente en la Feria del Libro de Bogotá. La nostalgia del coronel es un libro de obligatoria consulta y su publicación premia, justamente, los esfuerzos de Rafael Darío Jiménez, uno de los hijos ilustres de Aracataca.
EL AUTOR Y SU LIBRO
Rafael Darío es un poeta nacido en Aracataca, Magdalena. Su viaje en el mundo literario de Gabriel García Márquez empieza desde su época como bachiller. Para entonces, atendía a los visitantes deseosos de conocer Macondo. Su labor como guía lo transformaría no sólo en un importante gestor cultural para el Magdalena, sino en uno de los expertos en la vida y obra de Gabo.

“Mientras atendía a los visitantes, porque no podría decir que en aquel tiempo se llamaran turistas, leía todas las investigaciones que se habían hecho a Gabriel García Márquez. Me di cuenta que algo cojeaba, no habían dado con el hombre que lo había criado hasta los casi 7 años de edad y que inspiró la mayor parte de sus páginas literarias. Es la etapa que Gabo vivió en Aracataca. Ese hombre fue su abuelo materno, el riohachero, hijo de españoles: Nicolás Ricardo Márquez Mejía, el coronel”, explicó el poeta y narrador Rafael Darío Jiménez.
LAS NOSTALGIAS
Según el autor de La nostalgia del Coronel, el personaje vive varias nostalgias. Una de ellas es heredada de sus abuelos, quienes salieron de España rumbo a Venezuela, pero una tormenta los obligó a arribar a las costas de La Guajira.
Su segunda nostalgia fue haber perdido la Guerra de los Mil días y la rendición ante los generales conservadores en 1902, en la finca Neerlandia. Esta pérdida la sobrellevó al lado de su familia, dedicado a la orfebrería y la siembra de caña de azúcar y producción de panela en El Istmo, su finca de Barrancas.

Nicolás Márquez había aprendido la orfebrería al lado de su padre, Nicolás del Carmen Márquez “El Españolito”, en San José de Barrancas, La Guajira. Este sería un oficio clave en la vida de Nicolás Márquez y en el futuro el mundo literario de Gabo, pues sirvió de modelo para la creación de Aureliano Buendía, exmilitar y tallador de pescaditos de oro de Cien años de soledad.
“Otra de las nostalgias del coronel fue el momento en que se traslada a Santa Marta después de haber sido juzgado por asesinar en un duelo a Medardo Pacheco Romero, en Barrancas. A pesar de ser absuelto por la justicia en Santa Marta, siente nostalgia de no poder regresar a su tierra de crianza”, agregó el autor de La nostalgia del coronel.
Esta nostalgia es de las más vivas en la existencia de Nicolás Márquez. 17 años después del asesinato de Medardo, en Nicolás Márquez sigue pesando mucho las consecuencias mortales del duelo porque lo obligó a exiliarse de Barrancas. En 1926, luego de visitar este pueblo, Tranquilina Iguarán le confiesa que coincidió en una fiesta con Nicolasa Daza, la viuda de Medardo, y que esta le propuso volver argumentando que el odio había quedado atrás. La respuesta de su marido no permite dudas sobre su irreversible decisión de permanecer en Aracataca: “Me resigné a no ver más a viejos amigos, y no volví a esos lugares de grata recordación. En fin, ha pasado el tiempo de ayer, el de hoy y vendrá el de mañana, porque nada hay más socorrido que un día con otro”. No solo le pesa la muerte de Medardo sino que admite no disponer del valor para regresar a un sitio donde había sido feliz.
Las últimas páginas de La nostalgia del coronel están dedicadas a la muerte del personaje, ocurrida en Santa Marta en 1935, en casa de su hijo Juan de Dios. El coronel y su hijo no habían tenido una buena relación en los últimos años, pues Juan de Dios acolitó los amores de Luisa Santiaga con Eligio García, el telegrafista de Aracataca, de quien intentó alejarla en vano. El coronel, que sabe próxima su muerte, extraña al nieto, Gabriel José, que entonces vive con sus padres en el pueblo de Sucre, perteneciente hoy al departamento de Sucre en La Mojana. Extraña al niño y sabe de sobra que morirá sin volver a verlo.
En 1932 había tenido la oportunidad de visitar Santa Marta en la compañía de su nieto Gabito. Entonces visitaron la Quinta de San Pedro Alejandrino, donde murió Bolívar, y Nicolás Márquez recuerda que le prometió al nieto un baño de mar para curarlo de posibles enfermedades o pestes de la Zona Bananera. Una promesa que moriría sin cumplirle.
LA DECISIÓN DE ESCRIBIR UNA BIOGRAFÍA

“Algunos amigos, como José Luis Diazgranados, Clinton Ramírez, Javier Moscarella, Álvaro Miranda, e incluso Gerald Martin, me sugirieron escribir una biografía novelada sobre el coronel. Yo considero que ellos estaban atizando en mí esa llama hasta que llegó el impulso definitivo de García Márquez. Este se dio porque Eduardo Márceles Daconte le dijo mentirosamente a Gabo que yo había escrito un libro sobre su abuelo, y Gabriel García Márquez me cita entonces en su casa de Cartagena para hablar sobre ese tema”, comentó el autor.
Era un hombre de 37 años cuando se entrevistó personalmente con Gabriel García Márquez. Un encuentro que Rafael Darío suele narrar a los amigos con la emoción del momento en que lo vivió. Gabo no quería aceptar —cuenta Rafael Darío— que él supiera más de su abuelo que él mismo. “¿Vas a saber tu más que yo, que soy su nieto?”, lo interpeló el Nobel, hundiéndole el dedo índice en el pecho. Se rindió cuando Rafael Darío, sin exaltarse, le enseñó algunos documentos que llevó para corroborar la minuciosidad de sus investigaciones.

Finalmente, a Gabo no le quedó más que darle ánimos a Rafael para que escribiera la historia sobre su abuelo y hasta le sugirió la forma con que está escrita la obra. Destaca emocionado el consejo que Gabo le dio al joven Rafael en septiembre de 1993: “Si te encuentras en un callejón sin salida, quiero decir, que no tengas más nada que argumentar sobre el viejo, yo, nieto de Nicolás Ricardo Márquez Mejía, te autorizo para que inventes, porque de eso vivo”.
Un consejo que Rafael en parte cumplió, ya que en el libro prefirió ceñirse a la rigurosidad de la información histórica sobre el coronel Márquez.
Edward Waters Hood, el académico de la Universidad de California, Irvine, sostiene, en la contraportada del libro, que “Rafael Darío Jiménez ha hecho un gran homenaje a Gabo al resucitar en prosa la vida de la figura que fue tan influyente en su vida”.