A la memoria de Marcos Molina Vengohechea
Annabell Manjarrés Freyle
—¿Ya murió?
—Parece que no
—Míralo, ¿te estará viendo a ti o a mí?
—Me está viendo a mí
—Te equivocas, es a mí a quien mira. Siempre le he parecido la más bonita.
—Eres gorda y pancha de nalgas, amargada y solterona. Tampoco pasaste la escuela. No tienes razones para parecerle bonita a nadie. En cambio yo…
—Gorda y pancha de nalgas también, con un estudio técnico que no terminaste, un matrimonio fracasado y un amante que te oculta. Eres una bonita sin suerte, ya nadie te mira, ni los muertos.
—A las dos las estoy viendo, urracas. Ambas se ven igual de miserables.
—Papá, no has comido nada. Beatriz Marta volvió a hacer puré de papa. Sabemos cuánto te gusta.
—Lo aborrezco. Llévense su mierda de comida. Déjenme morir tranquilo.
—¿Cuándo morirás, papá?
—Sí, ¿cuándo?
—Saben cuál es mi condición para morirme.
—Hace unos días nos dijiste que morirías a más tardar hoy, pero aún no cumples tu palabra.
—Yo digo lo que a mí me dé la gana y me muero cuando a mí me dé la gana.
—No puedes estar diciendo que morirás en cierta fecha y seguir aquí como si nada. Tienes que tomar una decisión pronto.
—Suelten a los pájaros. Ya que me trajeron a la finca de Orihueca para no dejarme ver a nadie, ni a mis amigos, ni a ella, solo les pido que suelten a los pájaros. Déjenlos volar.
—¿Qué has hecho con los pájaros, Beatriz Marta?
—Los vendí a un coleccionista extranjero… ¿Por qué me miran así? Necesitábamos dinero para arreglar el funeral.
—!Que yo no me he muerto, carajo! ¿Y cómo es eso que los vendieron? ¿Saben qué harán con ellos? Los enjaularán otra vez. Ese no era el trato. ¿Dejaron volar a mi toche? No lo escucho hace una semana.
—Se lo comió el gato.
— ¿Qué gato? Ustedes saben que no gusto de gatos. ¿Desde cuándo tenemos un gato? No pudo haberse comido a mi toche, es seguro que solo se haya divertido con él hasta dejarlo moribundo, expuesto al hambre de las hormigas…. Devorado diminutamente… seco como un cuero viejo.
—Tampoco sabemos dónde está el gato, papá. Probablemente también murió. Los animales no ponen condiciones: solo se mueren y ya.
—¡Mi toche, Jesús de la Misericordia, mi pobre toche! Yo lo soñaba volando, lejos de ustedes y aunque me cueste admitirlo, muy feliz lejos de mí.
—Tuviste toda una vida para dejarlo ir papá. Pero ya no llores, recuerda que tu misa de difunto será en unos días en la Catedral de Santa Marta. Ya se te olvidarán tus pájaros y ese toche viejo y bobo. Tenemos que arreglarte para que luzcas muy elegante en tu funeral.
—No me quiero morir sin verla a ella.
—Mamá te estará esperando en la Catedral para tu misa. De ninguna manera permitiremos que mueras en este mugroso pueblo.
—Me da lo mismo si tu madre me espera o no. No deseo que sea ella quien cierre mis ojos. Quiero ver a Paula, déjenla venir.
—¿Has escuchado algo, Beatriz Marta?
—Absolutamente nada, Aida Isabel.
—Seguro se quedó dormido. Dejémoslo descansar. Le espera un largo viaje al cielo.
—Tengo dos meses sin pegar un ojo.
— ¿Alguien habló?
—Díganle a Paula que venga o me levanto y les doy la paliza que tanto merecieron.
—Descansa en paz, papá.
******
Esta madrugada soñé contigo, gordo. Te vi tan vivo, tan natural. Me traías a casa una ponchera llena de jureles, estaban frescos y las escamas brillaban como brilla el mar cuando la luz del sol baja. Yo te sentía todo el tiempo detrás de mí, escuchaba tu voz vibrando en las ventanas, me hablabas de las cosas de Pacho, de El Chichi, de los chismorreos en los pasillos de la empresa vendedora de seguros donde trabajabas. En el sueño eras el mismo de siempre. Bromeabas por todo y te burlabas de lo flaca que era cuando nos conocimos y lo grande que soy ahora. Encendiste en la sala la radio para escuchar el programa de La Sonora Matancera que tanto alegraba nuestros fines de semana y cantamos esa de Bienvenido Granda que dice:»angustiaaa de no tenerte a tiii, tormentooo de no tener tu amor, angustiaaa de no besarte máaas, nostalgia de no escuchar tu voooz”. Luego te sentaste en la sala y dejé de sentirte.
¿De ahora en adelante será así? Me compraré un diccionario de los sueños para comprender tus mensajes. Averiguaré qué significan esos pescados, qué significa la música cuando se escucha desde la radio y qué significado tiene soñar con los difuntos.
Una vez, recuerdo, tus hijas no estaban y tú me llevaste a conocer esa jaula gigante ubicada en la terraza de tu casa en el barrio El Prado. Te gustaba presumir de las más bellas especies: canarios, cotorros, cacatúas, toches, calandrias, copetones, petirrojos… escucharte hablar de cómo las habías atrapado o cómo las habías comprado, me hicieron recordar a esas telenovelas donde El Capo transa a las personas por dinero. La comparación no es buena, pero solo buscaba pensar en otra cosa para que no creyeras que no me gustaba la sorpresa. El caso es que no me aguanté y te dije: son muy bonitos, mi amor, pero deben estar muy tristes, muy aburridos, muy confundidos.
Me miraste algo incrédulo.
Pertenecen al cielo —te insistí—. Déjalos ir.
Me abrazaste y me dijiste que yo era muy susceptible y que dijera lo que dijera no te convencería de echar a volar esa gran inversión de dinero y tiempo.
******
— ¿¡Qué haces aquí!?
—Mi gordo, aquí está tu amor. No te imaginas por todo lo que he pasado para poder verte. No, no hables, no te esfuerces. Estarás mejor y volveremos a ser felices. Todos en casa te esperamos.
—Él no está muriendo por ti. Está muriendo de pena porque a mi hermano, el abogado, le dieron 30 años de cárcel por defraudar al Estado.
—Aida Isabel, no seas idiota. No le des explicaciones a esta intrusa. Y tú… ¿cómo llegaste aquí?
—El tío Chichi la trajo. Está afuera con Anselmo, el capataz, tomando tinto.
– ¡Desheredado!
– ¡Entrometido!
– ¡Traidor!
– ¡De la herencia de papá no tendrá un peso! ¿Quién se cree?
—¡Mira! ¡Mira! ¡Papá está muriendo! ¡Agoniza!
—¡Se va!, ¡se va!
—Llamen al doctor, a la enfermera… ¡Regresemos a Santa Marta! ¡Anselmo! !Anselmo!
—No, mejor no llames a nadie. Dejemos que se cumpla la voluntad de Dios.
—O la suya.
—Su padre… ha muerto. Ha muerto ya… Regresa al cielo donde pertenecemos, amor.
—No. Imposible. ¡Él no puede morir así!
—Dioos, ¡por quéee!, ¡por quéee! ¿Por qué lo permitiste, Señor? ¡Este dolor, esta vergüenza! ¡Qué horror!, ¡Papá morir en Orihueca!.
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El cuento de Annabell Manjarrés Freyle ganó la VI edición del Concurso Nacional de Cuento “Bueno y Breve” de El Túnel auspiciado por la Cámara de Comercio de Montería, relato con el que participó bajo el seudónimo de Morrison. El jurado, integrado por los escritores José Luís Garcés, León Sierra y Naudín Gracián, otorgaron de manera unánime el primer puesto a “El hombre en su jaula” por la calidad de su lenguaje, el manejo temático y el encanto de la técnica. /Ilustración: Silvestro Lega – The Dying Mazzini (Mazzini morente) .
Felicitaciones colega super expectacular tu cuento, y más en memoria de aquele dador de alma que siempre llevarás en tus recuerdos.
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Estimada Annabell:
He leído tu cuento desde la soledad de un cubículo universitario. Tus personajes me han acompañado y, también, me han hecho sonreír. Creo que merecen estar sobre las tablas encarnados por actores en un gran teatro. Sobran mis felicitaciones. Sigue escribiendo que yo te seguiré leyendo. Un abrazo.
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