Endaldo Cantillo: poeta de una tragedia que se canta y baila

“Ese va a terminar en poeta”, dijo el padre de Endaldo Cantillo Malbello después de haberlo castigado por irse a escondidas a un encuentro de decimeros en Barranquilla. Esa vez pagó tres centavos para ir en lancha con los decimeros de Ciénaga, un combo con quien anduvo dos días perdido en La Arenosa. Esta escapada sería una manifestación temprana de su pasión por las letras, el ritmo y las décimas.

Su padre fue también decimero, pero lo reprendía por ceder al influjo de las décimas que lo conducían sin falta hasta el Puerto de Cachimbero. Hasta allí iba el niño Endaldo a escuchar a los pescadores que después de las faenas improvisaban versos con cualquier tema en las cantinas del viejo Puerto de las Mercedes.

“Cuando estaba niño me iba detrás de los poetas decimeros, me presentaba a la casa como a las 4:30 de la tarde. Al llegar, mis viejos me daban una “limpia”. Recuerdo una vez que la plata del desayuno se la di a un decimero porque se le cayó la botella de ron y se le partió. Los poetas me compusieron décimas por ese gesto que tuve”, expresó entre risas Endaldo Cantillo, meciéndose en la sala de su casa de la calle Bolívar de Ciénaga.

“Recuerdo que Martín Revolledo y Perfecto López, que venían de Sevilla, no sabían leer ni escribir, y siempre me pregunté cómo hacían para escribir esos poemas. Duraban días enteros componiendo versos, recitándolos para que otros los escribieran”, agregó.

Pero Cantillo reconoce que antes que todo él nació siendo decimero. “No fue algo que aprendí o me enseñaron, yo nací con eso”, expresó. A sus 82 años es buscado por cultores de otros pueblos y regiones para hablar del arte de la décima, el folclor, la historia de la Danza del Caimán y otros temas de culto, pero antes de convertirse en un gestor de la cultura cienaguera, Endaldo fue pescador durante 30 años de su vida; época en la que, gracias al contacto con las aguas de la Ciénaga Grande y el mar Caribe, logró fortalecer su esencia como artista de la décima.

En los años cuarenta bailó por primera vez la Danza del Caimán, por la misma época en la que ya había empezado a interesarse por el fútbol; una afición que si bien no le duró mucho se convirtió en un capítulo importante en su vida, pues no solo es recordado aún como un jugador de potente pegada, sino también como un árbitro implacable, oficio este que ejerció durante varios años.

“Teníamos un campo cerca de la casa y yo me ponía a jugar fútbol. En el año cincuenta fueron unos muchachos al campo y a mí me llamaron de primero para un campeonato de la Compañía Frutera de Sevilla, pero yo no tenía ni cédula ni era ciudadano. Allá me dieron un cartoncito y con ese cartoncito hablé en una oficina. Pronto me bautizaron como Endaldo, el Terror de los Porteros. Pero no tuve suerte de profesionalizarme en el fútbol. Después del fútbol empecé a escribir las décimas”, agregó el poeta popular.

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Endaldo Cantillo en la Plaza del Centenario de Ciénga al lado de su infaltable bicicleta., 2014. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

LA REINA DE LA POESÍA

Tenía 25 años cuando sintió la necesidad de dejar por escrito sus décimas. Así empezó su trajín con un género en el que ha producido títulos sobresalientes como “La Madre”, “El Caimán”, “La Mujer”, “La Masacre de las Bananeras”, “El Vicio”, “Los Hijos”, entre otros, porque, como él mismo expresó, “hay que dejar versos para cada ocasión”. Endaldo Cantillo ha asumido su arte con tal seriedad desde que aprendió a hacer décima de la mano de un viejo diccionario Larousse ilustrado cuyas páginas no volvieron a ser publicadas jamás, pero que él conserva envuelto en papel de regalo. En esas hojas amarillentas aprendió la técnica de las décimas y el secreto de los versos endecasílabos, los versos alejandrinos y a saber cuántas sílabas tiene un cuarteto y una cuarteta.

“Yo digo para completar la información que la décima es la reina de la poesía. La décima es de arte menor, el soneto de arte mayor; cada verso del soneto tiene 11 sílabas o sea que son versos endecasílabos. La décima son versos octosílabos. Fíjate la diferencia que hay entre el cuarteto y la cuarteta: el cuarteto tiene 11 sílabas y la cuarteta tiene 8 sílabas; y el verso alejandrino tiene hasta 14 sílabas”, recordó Cantillo con su mirada lúcida.

Además de componer versos, Endaldo trabajó un tiempo como funcionario público y como vendedor en el Mercado Público de Ciénaga. Pero siempre poeta. Aunque en el fondo sabe de la calidad de su trabajo, es de los que esperan que el público reconozca el valor de su obra. Es sin duda uno de los mejores poetas populares de la región. En uno de sus versos explica cómo deja al pueblo el aprecio de su obra:

“Para componer un verso primeramente lo escribo/ miro a ver si lo recibo y si no sirve lo regreso/ pero que me quede impreso para cantarlo con brío/ alzo mi voz en el trío para que la gente acuda/ y así despejo la duda de que estos versos son míos”, recita con una voz aún recia que recuerda a las profundas voces de los decimeros de la Ciénaga Grande de Santa Marta, sus maestros.

No solo el pueblo cienaguero ha apreciado sus versos. Endaldo Cantillo Malbello ganó en 1995 el Primer Puesto Nacional del Concurso Crea Cultura y figura como tal en la antología de poetas que el Ministerio de Cultura publicó aquel año.

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Endaldo en el patio de su casa. Ciénaga, 2014. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

 “Cuando fui a Bogotá para el lanzamiento de la antología, unas muchachas estaban repartiendo los libros y pregunté dónde está el libro para Endaldo Cantillo. La muchacha me dijo: ‘Endaldo Cantillo tiene derecho al suyo, pero se le entregará mañana en la Biblioteca Nacional’. Cuando llegué allá estaba María Mercedes Carranza, a quien recuerdo tanto. Cuando me dijeron que yo era el primer puesto ni siquiera sentí cuando se me salieron las lágrimas. Al reaccionar, me di cuenta que estaba detrás del monumento de Jorge Eliécer Gaitán secándome las lágrimas porque no aguanté la emoción”, comenta Endaldo.

“La muchacha del libro se me acercó y me dijo: ‘Cuando llegue a su pueblo lo recibirán como a un héroe, porque ningún autodidacta se ha ganado un premio como este’; pero resulta que al llegar a Ciénaga, el presidente de la Casa de la Cultura, amigo mío él, no preparó ningún acto; no sé por qué sería. A mí me recibió el ayudante de un chofer: ‘Maestro, ¿va a llevar la maleta en el baúl del carro?’. Yo venía con Carlos Domínguez Ojeda, un profesor de Pueblo Viejo; lo convidé a tomarnos una botella de ron entre los dos y después cada quién pa’ su pueblo. Ese fue el recibimiento que me hicieron con un primer puesto a nivel nacional en poesía”, narró con nostalgia el poeta.

Aunque después vinieron algunos reconocimientos en su pueblo, Endaldo siempre ha tenido la sensación de que el de más valor fue el de Bogotá. Muchos años después la alcaldía de Ciénaga le otorgó el Caimán de Oro. “Mira todo el tiempo que pasó y cuando me lo dieron dije en radio, ¡Yo lo tenía gana’o desde hace rato, me lo tenían pisotea’o!”.

YA NO ESCRIBE MÁS

“Yo dejé de escribir hace como seis meses. Dije: ‘Ya no escribo más, no me prestan atención ni me ayudan ni nada’. Las letras del caimán que compuse ya están, ya no escribo más sobre eso. Inventarle más décimas al caimán sería contradecirme yo mismo. El público ya lo recibió y lo recibió con cariño porque siempre me mandan a pedir los poemas desde distintas partes y con eso me conformo, aunque no me traigan plata”, aclaró Endaldo, imperturbable en su mecedora.

Cuando ganó el primer puesto en Bogotá, el alcalde de Ciénaga era Alberto Vives Pacheco. Su administración intentó publicarle un libro que jamás salió. Más tarde, en 2003, el escritor cienaguero Clinton Ramírez le publicó un libro de décimas titulado Mi librito decimal. Según él mismo poeta expresó “con esa publicación Clinton me elevó al cielo”.

“Me agradó saberlo un poeta, y de los grandes. Recordé que me había sacado una tarjeta amarilla por una falta sin balón a un contrario. La forma en que cantaba sus versos me remitió a las tardes de mi niñez, cuando en compañía de mi abuela, Francisca Toledo, seguíamos las voces lagunares de los decimeros en un programa de radio que emitían antes de El Diario Hablado, del legendario Marcos Pérez Caicedo. Las décimas de Endaldo me cautivaron. Al margen de las exigencias métricas, fluía un mundo que creía perdido y que él redescubría con versos profundos, ingeniosos y, a veces, pícaros. Su entonación sabia recordaba que la poesía antes que ser un arte escrito fue canto, según sentenció alguna vez Borges”, expresa Ramírez en el prólogo a Mi librito decimal.

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Endaldo y su bicicleta. Plaza del Centenario, Ciénaga, 2015. Fotografía: Annabell Manjarrés Freyle

Por otro lado, el escritor y poeta Javier Moscarella expresó en la misma edición: “A Endaldo Castillo lo hemos conocido siempre en el delirante ejercicio de la poesía. En su humilde puesto de trabajo en el mercado público, en su hogar, en las parrandas, caminando por las calles, a bordo de una canoa, en un acto público: siempre ejerciendo el supremo arte de la palabra, como si fuera un aire que no pudiera reemplazar para seguir viviendo. En ese incesante ejercicio no hay nada que se escape a su mirada, con lo cual ha construido un infatigable inventario de cosas sencillas y cotidianas a las que el espejo no nos dejaba ver sus intimidades.”

Endaldo ha recibido distintos reconocimientos. Nadie, sin embargo, ha grabado una canción utilizando sus décimas.

“La décima como que es muy dura tanto para niños como para adultos. Diría yo que hasta para los músicos, los cuales no han podido con las mías. ¿Cómo alguno sí pudo con “La Miseria Humana”? Dieciséis décimas en un disquito de esos. Recuerdo que Efraín Burgos, un músico profesional de Ciénaga, lo intentó con la décima “Lagunas del vicio”. Le di la copia y se fue de espaldas con esa composición. No le dio la guitarra para ponerle la melodía. Fue un gran guitarrista cienaguero y compositor que estudió en Europa y estuvo en grandes orquestas del mundo, pero no dio con mi décima”, agregó Cantillo.

El poeta popular, expescador, exárbitro, vendedor de misceláneas en el mercado público de Ciénaga, y exfuncionario, ha sentenciado que no escribirá más, pero lo sigue haciendo en el patio fresco de su casa, a la sombra de las heliconias. Sus últimos versos hablan de la situación política de Ciénaga y su simpatía con las obras del alcalde Tete Samper. Sigue pues escribiendo versos a un pueblo cuya nueva generación no lo conoce, sin saber si eso vale la pena hacerlo, según expresó:

“Estoy esperando respuesta y que alguien se acuerde de mí. ¿Sabes que me duele bastante? Que mis escritos están metidos en una caja y cuando oigo a las cucarachas y a los grillos comiéndose las hojas, entiendo que son los únicos que están leyendo los libros míos”.

*Ésta crónica fue publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 19 de enero de 2014.

 

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