Un día después de haber recibido su distinción como ‘Sembradora de Educación y Cultura’ en Barranquilla por parte de Corpofalsborda, Totó la Momposina se encontraba en Santa Marta, en el patio fresco de su amigo, el sociólogo e historiador Edgar Rey Sining.
Aquel patio amplio, escenario de innumerables tertulias, parrandas y noches de bohemia, sirvió para ver en acción a Totó, nombre artístico de Sonia Bazanta Vides; quien se puso su traje de cantadora con su turbante colorido para concederle una entrevista a MACONDO.
Así pues, se encontraba Totó la Momposina sentada en una mecedora en el patio, rodeada de árboles de mango, limón y guayaba agria, hablándonos de la cumbia y la tradición, mientras se espantaba los mosquitos de la noche con un ‘musengue’.
A Totó la caracteriza una sonrisa fácil y la espontaneidad; su fuerza de carácter y sus respuestas directas y claras. No vino a Santa Marta a dar entrevistas, ni a cantar; pero la alegría la impulsó a hacer las dos cosas sin quejarse.
“Este patio me hace recordar cuando era niña y me la pasaba ‘mangueando’ encaramada en los palos de mango, dijo la cantadora de Talaigua Nuevo, Bolívar, frente a los amigos invitados por Edgar Rey Sinning, entre ellos los escritores Eduardo Pueblo, Clinton Ramírez y Martiniano Acosta; los cultores del carnaval de Pescaíto Cesar Gómez Vizcaíno y Oswaldo Manjarrés, entre otras figuras de la vida cultural samaria.
“La cumbia tiene un secreto, y es que es una música que no se impuso a través de la violencia, aunque fuera prohibida en la época de la Colonia. Sin embargo, dos razas esclavas se unieron: la negra y la indígena; y cuando una música se combina a través de un proyecto de amor, salen propuestas musicales de mucha espiritualidad”, afirmó Totó la Momposina cuando empezó a hablar de este género musical que tanto conoce y el cual ha llevado a los confines del mundo durante la mayor parte de su vida.

CONVOCADA POR LA CUMBIA
Cuando Sonia Bazanta Vides era una niña ya había sido convocada por la cumbia. Creció rodeada de músicos, cantadoras y llamadores. Así lo expresó sentada en la mecedora, en medio de traguitos de Ron Caña con Limón que se empinaba “para no perder la costumbre”.
“Yo escogí esta música porque era lo que me correspondía”, dijo al recibir su homenaje en Barranquilla y así lo reafirmó en el patio: “Claro que sí, es que cuando uno tiene una familia en las sabanas de Bolívar y pregunta cuántos músicos de apellido Bazanta hay, y si preguntas cuántos músicos existen en la Isla de Mompox de apellido Vides Choperena, te encontrarás con más 300 o 400. ¿Cómo hace uno con eso? Tengo nueve nietos que son artistas. Tuve tres hijos y todos son artistas”.
La cantadora de Talaigua aclaró que los homenajes que ha recibido por estos días, uno en Medellín y el otro en Barranquilla, no son otra cosa que un homenaje a la cumbia.
“Yo nunca he cantado para ser famosa, y nunca me ha gustado que salga mi nombre; mi rostro sí sale, pero de una manera alegórica porque la protagonista es la música”, afirmó.
Cuando niña vivió un tiempo en Villavicencio. Su mamá se fue para Bogotá. Entonces Totó aprovechó para inscribirse a un concurso de baile por su propia cuenta, el cual tendría lugar en el Teatro Cóndor. Ese fue su primer premio, lo ganó bailando la cumbia y su premio sería un mes de matinal en el ‘Cóndor’ pero no pudo gozarlo, porque el teatro se incendió.
Su papá tocaba el tambor y fue su madre quien la enseñaría la danza de los indios Farotos. “Todos los que estamos en la Isla de Mompox, somos descendientes de los indios Farotos de la raza Chimila. Cuando uno recibe de la madre toda esa información, uno viene con ese patrón que, con el tiempo, lo va corroborando. Por eso he podido interpretar el sentimiento individual de cada zona, porque sé que cada uno de ellos tienen su manera de expresarlo”, agregó Totó la Momposina.
“EN COLOMBIA NO BAILAN LA CUMBIA”
A Totó la Momposina no le gusta hablar de folclor, porque pareciera aludir a algo algún de la cultura se ha extinguido. “Si te vas por toda la ribera del río Magdalena y buscas los bailes cantaos, están todos allí, existen. Por eso no hablo de folclor”.
Justo cuando Totó habló sobre los bailes canta’os, llegó la cantadora samaria Chela Orozco con la tambora Los hijos de la Sierra, formando la algarabía en la espaciosa casa de Edgar Rey Sinning y Yolanda Sabogal.
El tema de la cumbia abre el debate sobre el presente de este género, hoy en día más valorado por los “cachacos” que por los mismos costeños. Algo que observa con preocupación la cantadora.
LOS MAGDALENENSES OLVIDARON LO SUYO
Para no irnos muy lejos con el asunto del olvido de la identidad, gracias a géneros anglosajones impuestos por la industria musical, Totó la Momposina recuerda cuando estuvo en Santa Marta hace dos años invitada por la Quinta de San Pedro Alejandrino y los samarios no respondieron al llamado de la cumbia.
“Yo estuve aquí con el general Bonnet en la Quinta de San Pedro Alejandrino y los samarios no fueron. En el homenaje a Barranquilla, el pueblo tampoco fue. Puede ser cuestión de difusión de los medios; el pueblo colombiano está acostumbrado al marqueting, ha perdido el gusto musical”, agregó.
La noche en el patio de Rey Sinning, la Totó dio una cátedra sobre la cumbia a todos los cultores que la escuchaban atentos. Puso en evidencia el desconocimiento sobre la identidad musical que poseen los magdalenenses, cuando muchas veces asumen de manera errónea el vallenato como suyo, y aún creen que el género es oriundo de Valledupar cuando en realidad nació en La Guajira.
“¿Qué es una parranda vallenata? A eso antes se le decían Bailes de Merengue, porque la música de acordeón no nació en Valledupar. Es guajira”, expresó Totó.
Ella tiene claro que ser famosa no fue lo que la llevó a entregarse a la cumbia y que ella no es la única cantadora colombiana que merece ser reconocida. Desaprueba que la cumbia solo suene en épocas decembrinas o en Carnaval, y que los costeños, en especial los magdalenenses, hayan olvidado sus riquezas musicales e identitarias.
“Ustedes tienen a los tamboreros de Pescaíto, mejor que eso no lo pueden tener, pero los ignoran. Por ejemplo, Luis Enrique Martínez, es de aquí; Abel Antonio Villa, es de aquí; Pacho Rada, es de aquí; el mismo Alejo Durán es de El Paso Magdalena. ¿Y entonces qué? ¿A quiénes tienen que fomentar? ¿A mí? Tienen que convocar”.