Una mirada crónica a la historia de Santa Marta

Como buen samario, Arturo Bermúdez Correa es liceísta. Muy joven viajó a Bogotá a estudiar ciencias sociales en la Universidad Nacional de Colombia, donde empezó a interesarse seriamente por la Historia gracias a maestros como Jaime Jaramillo Uribe, considerado el historiador más importante del país.

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Entrevista a Arturo Bermúdez en la edición de la revista Macondo del Hoy Diario del Magdalena. Edición del 12 de marzo de 2013.

En los años 80 se desempeñó como docente en la Universidad del Tolima y en la Universidad del Magdalena, hasta que puso fin a la docencia por considerarse “muy malo para dictar clases”. Hizo parte, en 1991, de la delegación de historiadores que participó en el proceso de discusión de la Constitución Política de Colombia; perteneció al equipo de intelectuales samarios denominado “El grupo del parque”.

Su interés por la Historia se lo debe, en parte, a su tío, el reconocido historiador Arturo Bermúdez Bermúdez. Gracias a su trabajo con el boletín Taikú del Banco de la República, proyecto que tuvo a cargo entre 2004 y 2010, Bermúdez aprendió a ser más riguroso con la investigación histórica.

Para él, Santa Mara es una ciudad que sigue siendo dominada por el contrabando, un elemento distorsionante de cualquier sociedad. Santa Marta es una ciudad de mitos y sin intelectuales. El turismo es uno de los mitos más recientes.

Este intelectual samario confiesa a MACONDO que estudia la Historia de Santa Marta para desterrar, por medio de una investigación seria, los mitos fundacionales de la tradición y la charlatanería existentes en torno a esta ciudad.

¿Por qué eligió enfocarse en la historia de Santa Marta?

Porque observé que nuestra memoria histórica está muy distorsionada. Además, en el interior de mi familia uno de los temas vitales había sido la historia de esta ciudad. Primero por parte de mi abuelo, que fue el consultor permanente e impulsor de la gran obra de Ernesto Restrepo Tirado: La Historia de Provincia de Santa Marta , e impulsor de la idea de instalar en el camellón la estatua de Rodrigo de Bastidas. Es decir, empecé a encontrar un vínculo muy personal con la historia de Santa Marta leyendo los libros de mi tío, Arturo Bermúdez Bermúdez. También influenció la presión de la gente, porque decían que si yo era Bermúdez, entonces debía saber muchísimo de historia y eso me obligó a leer más y a estudiar a Santa Marta, no como un elemento narrativo, sino de forma sistemática para entender sus procesos históricos. Y segundo, para recordar mi vida de muy niño por las calles de Santa Marta. Al recordar las viejas calles, las viejas casas, los viejos personajes empecé a valorar lo que no ha sido valorado en la historia, porque ese es el problema aquí, nosotros tenemos una pésima memoria histórica, o una memoria distorsionada, mal intencionada.

¿Qué libros de historia deberían leer los samarios?

Indudablemente los libros de Arturo Bermúdez Bermúdez: Materiales para la historia de Santa Marta, Piratas en Santa Marta y un texto que empieza a jugar mucho en la historia de aquí, su famoso Álbum histórico de Santa Marta. Textos básicos para conocer nuestra historia. También recomiendo un texto que muy pocos conocen, pero que es una fuente de información muy hermosa: El Compendio de Historia del Magdalena 1525 – 1825, de José Alarcón. Este libro es como la Caja de Pandora, que uno abre pero no para descubrir males sino muchos beneficios; y el libro Leyendas históricas de Luis Capella Toledo. Son textos que uno se queda aterrado de ver cómo la mayoría de los samarios los desconocen.

También hay que leer a cronistas como Nicolás de la Rosa y Antonio Julián, sus libros son crónicas sobre la vida social y política de nuestra región. Hay que empezar a retomarlos porque en los colegios de primaria ya no se enseña la historia de Santa Marta.

¿A qué se debe que los jóvenes tengan esa dificultad para aprender historia?

A que la gran mayoría de docentes de historia y geografía no tienen formación como historiadores ni geógrafos. Entonces, quién puede enseñar bien la historia cuando no se tiene idea de ella. La enseñanza de la geografía, por ejemplo, es un caso patético, sigue imperando la costumbre de poner a pintar a los muchachos los mapitas de todos los colorines. Ni siquiera utilizan las convenciones internacionales geográficas que son claramente definidas.

Usted expresó que en la historia de Santa Marta existen muchos historiadores charlatanes. ¿Qué charlatanerías se han dicho sobre Santa Marta?

Aquí se han inventado demasiadas cosas, por ejemplo, no sé de dónde surgió el cuento de Rodrigo “Galván” de la Bastidas. ¿De dónde salió ese Galván? parece que es un término muy español de época colonial que significó algo así como “bandido” o “sinvergüenza”. Es un epíteto de las pugnas que tenía Bastidas con el resto de las huestes españolas, que entre otras cosas terminaron provocando su muerte. Uno de esos problemas básicos fue el botín, del reparto del rescate que se hacían con los indígenas. Lo que casi nadie sabe es que Bastidas llegó a Santa Marta con muchas deudas.

El otro mito que se han inventado es el famoso túnel que va desde el castillo de San Fernando hasta la Quinta de San Pedro Alejandrino. ¡Una locura! No sé de dónde salió ese mito, pero sí existiera el túnel, sería una obra de ingeniería superior a las murallas de Cartagena. No hay ningún reporte histórico sobre una obra de tal dimensión.

Y así muchísimos cuentos más. Santa Marta fue una ciudad muy pequeña, con solo decir que en el periodo de la Independencia las construcciones solo llegaban hasta el centro. Los barrios aledaños al centro histórico aparecieron solo hasta la primera mitad del siglo XX, sobre todo a partir de la explotación bananera.

El otro cuento es que se han tejido muchos mitos alrededor del fenómeno de los carnavales. Hemos entrado en una pugna con los barranquilleros solo por querer establecer dónde nacieron los carnavales y cuál fue la cuna del futbol colombiano. No somos nada serios en lo que hacemos y eso nos perjudica tremendamente. No hemos logrado reivindicar las corrientes intelectuales que se vivieron en la ciudad. Tampoco hemos estudiado las vidas de hombres como el obispo Rafael Celedón, el siquiatra José Francisco Socarrás -director de la Normal Superior de Bogotá, cuna de la investigación en las ciencias sociales en este país-, el filósofo Rafael Carrillo Luque, egresado del Liceo Celedón, abogado de la Universidad Nacional y director del Instituto de Formación Filosófica de Colombia, en donde surgió la filosofía moderna en el país. Seguimos en deuda con ellos.

¿Por qué Santa Marta es una ciudad de sueños frustrados?

La historia de Santa Marta ha sido todo un proceso de frustración. En la Provincia de Santa Marta los indígenas no se dejaron explotar. Chimilas, Tayronas, y Wayuu opusieron fuertes resistencias. Santa Marta, a su alrededor, no tenía punto de contacto con nadie y así se fue aislando. Después aparecieron los piratas que evitaron toda clase de prosperidad en Santa Marta durante el periodo colonial. En el siglo XIX Santa Marta tuvo un corto periodo próspero entre 1840 y 1870, cuando el puerto de Santa Marta tuvo una amplia dinámica internacional, pero decayó a favor de Barranquilla con la apertura del puerto en Sabanilla y la navegación a vapor por el Río Magdalena.

¿Y en la actualidad?

En la actualidad está el gran mito del turismo. Yo no creo en ese turismo nuestro porque no tenemos infraestructura, planeación, ni autoridad. Se inventaron un Plan Centro en el que prohibían los prostíbulos, pero uno los encuentra por ahí. Además, Santa Marta perdió el elemento vital, el papel de sus intelectuales. Los intelectuales en toda sociedad desempeñan un papel crítico.

¿Qué sucedió con los intelectuales samarios?

Ya no hay, eso se perdió hace muchísimos años con el fenómeno de la marihuana; lo que la intelectualidad había medio forjado, a partir de algunas figuras empresariales, se vino abajo. ¿Quiénes se montaron en la política? Ya sabemos. ¿Quiénes son los representantes nuestros en el Concejo? Ya los conocemos.

¿Podríamos decir que la historia de Santa Marta es una historia que se repite sin solución?

La historia no es que se repita pero sí es cierto que nuestra historia ha sido de crisis y tragedias permanentemente. El contrabando es una de ellas. Existe desde la Colonia y ha sido un factor distorsionante. Esta vía facilitó la entrada de las economías ilícitas de las drogas.

Un viajero extranjero que vino a esta ciudad en 1974 con motivo de una investigación sobre las drogas en Latinoamérica, dijo algo parecido a “Santa Marta en el día es una ciudad muerta y por las noches hay rumba por todos lados. Es la ciudad donde se consigue la famosa marihuana ‘Santa Marta Golden’, es la Capital de la Marihuana y es la ciudad de la mala muerte”. Lamentablemente, fuimos víctimas del conflicto entre las familias Cárdenas y Valdeblanquez, familias guajiras que se exterminaron entre sí deteriorando todos nuestros valores. Si al samario no le importaba nada entonces, en esa época (década de los 70) se volvió aún más cobarde.

¿Qué es ser samario?

El samario nunca ha tenido identidad porque siempre ha vivido en el exilio. El exilio exterior y  el exilio interior. Prefiere callarse y vemos que esa actitud la ha puesto de moda el mismo padre Alberto Linero con su expresión “me-importa-un-culismo”. En eso ha quedado el samario.

¿Hay un punto en la historia que registre ese cambio en el samario, en lo que se ha convertirlo y es hoy?

En los años 60 en Santa Marta había mucho respeto. El samario era diferente a mucha gente, pero luego empezaron a llegar los famosos “culipuyúos”, esos guajiros que llegaron armados con la bonanza marimbera y que, con el perdón de muchos, trajeron el vallenato, una música que por aquí no se escuchaba.

¿Qué música sonaba antes en Santa Marta?

Aquí sonaba mucho la música antillana, la música de Daniel Santos, la Sonora Matancera. También existían orquestas –mucho antes de la orquesta de “Lucho” Bermúdez- como la de los Hermanos Cuao, la Orquesta Santa Marta. También había una gran constelación de pianistas: A Honorio de Alarcón, gran concertista del piano y compositor nuestro, aquí nadie lo conoce.

Pero también teníamos grandes pintores, como Hernando del Villar, pintor al cual Marta Traba calificó como una de las nuevas tendencias del arte en Colombia.

¿Cómo se imagina a Santa Marta en una década?

Yo pienso que el problema de Santa Marta es su gente, mientras no nos ajustemos el cinturón, esto será siempre un desastre. Y no solo porque el samario tenga mala memoria, sino porque el samario se deja corromper fácilmente. Otra cosa es que la gente en Santa Marta viene y se va, por eso no se consolida nada.

¿Qué similitud tiene el samario con los indígenas de la Sierra Nevada?

Solo gracias a la Constitución de 1991 empezamos a reconocerlos y a tener mayor contacto con ellos, pero esto ha sido una lucha de ellos, no nuestra. Nosotros simplemente somos espectadores. La muestra de eso es que muchos samarios no saben cuántas etnias hay en la Sierra Nevada, no saben quiénes son los Koguis, los Arhuacos, los Wiwas y los Kankuamos.

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