“Menos literatura y más datos”, suele decir Miguel Ángel Bastenier a sus eventuales alumnos de los talleres en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano –FNPI–. Titulado en la Escuela Oficial de Madrid, recuerda que los periodistas egresados eran pocos entonces; ahora, ve con preocupación a muchos periodistas profesionales que no encuentran buenas oportunidades laborales. Bastenier cree que los jóvenes siguen apostando al periodismo por esa imagen romántica y bohemia que siempre tuvo esta profesión: un periodismo ligado a la novela, a la literatura en sí y a una acuciosa investigación. Como periodista, posee una carrera importante desde 1982, año en el que entró al diario español El País, según él, porque tuvo suerte. Allí pasó 25 años.

Es experto en el conflicto árabe-israelí y en los conflictos políticos latinoamericanos, sobre todo en el conflicto colombiano. Además, es analista y teórico de periodismo, y ha escrito sobre ética periodística. Maestro de importantes generaciones de periodistas, redactor, columnista y corresponsal; desde su cuenta de twitter brinda consejos a sus seguidores periodistas: consejos que van desde las normas ortográficas, titulación pertinente, ética. Le encanta, igualmente, emitir opiniones sobre temas de actualidad.
En Colombia es reconocido por su columna en El Espectador y en la revista Semana. También ha escrito para Folha, de Sao Paulo; Público, de México, y Búsqueda, de Uruguay, entre otros medios.
Para Miguel Ángel Bastenier el periodismo siempre ha sido cultural, pues la cultura aborda el conocimiento de la política, de la economía, de la ciencia, de la literatura, de la sociología, etc. En el marco del taller sobre “Periodismo Cultural” ofrecido por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Barranquilla, en el año 2013, el maestro Bastenier me concedió esta entrevista. Una versión de la misma apareció publicada en Macondo, revista dominical de Hoy Diario del Magdalena.
¿Podríamos hablar de un periodismo cultural?
El último término puede parecer una discusión semántica. Cada uno puede llamarlo como quiera, lo pueden llamar como les dé la real gana. Pero hablar de periodismo cultural rebaja la calidad del periodismo. El periodismo sobre cultura sigue siendo periodismo, el mismo de siempre. Hoy hablamos del periodismo escrito, tanto en versión impresa como en digital, pero sigue siendo periodismo.
¿Por qué dice usted que el periodismo no debe tener apellidos?
Porque es parcelarlo, convertirlo en “periodismos” y no hay más que un periodismo. Los soportes cambian moderadamente de manera eventual. Los soportes se han multiplicado: audio, video, texto, etc. Todo un trabajo digital. Pero decir periodismo cultural es contaminar la palabra periodismo de algo innecesario. No digo esto en contra de la cultura, nada de eso, lo que existe es periodismo sobre la cultura. Hay periodismo sobre el campo internacional, sobre la economía, sobre la política; pero el periodismo, aunque sus instrumentos, su realidad y formas de trabajo técnico sean muchos, es el mismo de siempre.
¿Cómo afecta este número de “periodismos” al lector?
Los periódicos, sobre todos los del mundo latino, están divididos en un número a veces excesivo a mi modo de ver. Hay excepciones. Lo que se debe hacer es surtir al lector, que el periódico decida qué entra, dónde y que se mantenga en la teoría. Si es internacional, que cubra política y sucesos; esto lo digo como un ejemplo, pero no estar bailando la información de un lado para otro, tal como lo he visto en periódicos de aquí y en España. Hay una cierta inseguridad, en el mundo del periodismo latino, sobre donde va cada cosa. Hay que tenerlo muy claro.

¿Cree que es positivo que el tema cultural quede relegado a los suplementos de fines de semana?
No, por supuesto que no. Jamás he querido decir eso. El periodismo cultural, si así quieren llamarlo, empezó como suplemento de libros. Así empezaron todas las secciones del mundo latino, con suplementos culturales básicamente de libros, una reseña o alguna entrevista con algún autor.
Lo que ocurre es que el periodismo de diario, de la sección cultural, es un periodismo al que yo llamo de convocatoria, es decir, te llaman para no-sé-qué porque presentan no-sé-qué y, evidentemente, solo quieren publicidad. Entiendo que no hay que negar la información sobre esos temas, solo digo que el periodismo sobre cultura es un periodismo de tendencias, de movimiento, no de eventos.

¿Hacia dónde va el periodismo de hoy?
Eso está clarísimo: va hacia la convergencia de soportes. El periodismo total. Yo soy de papel, soy de periodismo impreso y no voy a dejar de serlo. Es lo que me gusta y es lo que más o menos sé hacer. Pero claramente vamos hacia una convergencia de soportes, la información total es aquella que contiene entrevistas en video, con audio, texto, declaraciones, infografías, reacciones de los lectores, participación del lector. Todo eso es una gran ampliación de la gama de posibilidades del periodismo.
¿Y la prensa…?
Hay puntos de vista variados, pero yo diría que el consenso bastante extendido es que estamos viviendo los últimos años del periodismo impreso; no necesariamente que tenga que desaparecer en su totalidad, pero su etapa socializadora del mundo occidental está tocando a su fin.
¿Cuál es el gran error del periodismo latinoamericano?
Sin duda la “declaracionitis”. Pero decir periodismo latinoamericano es excesivamente generalizado; hay que ver quién hace qué y cómo. Hay periódicos estupendos, varios de ellos muy buenos en América Central, América del Sur, y la América del Norte, pero el defecto más grave es la ‘declaracionitis’ u oficialismo. Esto también sucede en España.
EN EL PAÍS
¿Cuál fue el momento más crítico de su trabajo en El País y cómo lo manejó?
Hace muchos años, a inicios de los 80, estaba la guerra contra ETA en su momento más álgido. Era una guerra de atentados; entonces se produjo un acontecimiento. Tampoco fue especialmente crítico para mí porque sabía lo que tenía que hacer. Todo parecía indicar que un guardia civil remató en el suelo, con el famoso tiro en la nuca, a un etarra. Obviamente lo que tenían que hacer era detenerle, interrogarle por muchas razones, por Ley, por respeto a la legalidad, y porque, además, interesaba qué podía contar ese individuo sobre sus compañeros de andanzas. Yo estaba solo por la noche en el periódico y una persona muy importante, que es mejor no decir quién es, española por supuesto, pero de renombre internacional y amigo mío de muchos años, me llamó para tratar de convencerme de que no lo publicáramos tal cuál, que no lo lleváramos de esa forma, que no era verdad, que me prometía que no era cierto y la cosa era sencillísima. Tenía órdenes de mi director de lo que debía hacer y no había poder humano en la tierra, excepto la violencia, para impedir que yo cambiase eso.
Al día siguiente, salió publicado y fue algo crítico sentir la presión de alguien muy importante pero, en ese momento, El País era algo muy importante también que podía resistir las presiones de quien fuera.
¿Cómo ve usted que el papel del periodismo colombiano en el tratamiento de nuestro conflicto armado?
Hubo una época en la que se hacían constantemente seminarios y reuniones. Los comisionados de paz siempre planteaban qué podía hacer el periodismo para ayudar a la paz. Intervine en varios casos provocando cierto escándalo en algunos foros, diciendo que el periodismo no tiene que contribuir a la paz directamente para nada, que el periodismo debe contar a los colombianos cómo es Colombia.
¿Es eso bueno para la paz a mediano y a largo plazo? Probablemente sí, porque una sociedad que se conozca a sí misma, que sepa realmente en qué consiste lo que le sucede alrededor, es una sociedad que camina hacia una madurez, hacia una capacidad para dar solución a su problema. En ese sentido, pues sí; de una manera teórica el periodismo contribuye a la paz como contribuye al bienestar de los ciudadanos. Pero el periodismo no tiene que solucionar el problema de Colombia, ni tiene que pensar que Santo Tomás de Aquino es la norma que deba regir, y además, términos como ‘el bien común’ nadie sabe bien qué quiere decir. Cada gobierno, religión o situación socio-cultural define el bien común de una manera o de varias maneras distintas.
El periodismo obra para que los ciudadanos se enteren de lo que pasa y por qué pasan las cosas que pasan, y eso es bueno a mediano o a largo plazo para el bien común o para lo que se supone que sea el bien común; sin embargo, su objetivo no es servir al famoso bien común porque nadie sabe qué eso.

Santa Marta 2013
Con Miguel Ángel Bastenier sostuve varios Twitdebates. Uno de ellos, el #TwitDebate ¿Debería el periodismo dejar de ser una carrera universitaria?
@AnnabellMF @EticaSegura El título de no ir a la universidad no existe. Mejor siempre ir y luego a una escuela especializada.
— M. A. Bastenier (@MABastenier) 29 de diciembre de 2016
@MABastenier @EticaSegura Pienso que es mejor estudiar una carrera, luego especializarse en periodismo…
— Annabell Manjarrés F (@AnnabellMF) 29 de diciembre de 2016
@AnnabellMF @EticaSegura Yo lo he hecho varias veces.
— M. A. Bastenier (@MABastenier) 29 de diciembre de 2016
@AnnabellMF @EticaSegura Yo es que la comunicación social no sé de qué va.
— M. A. Bastenier (@MABastenier) 29 de diciembre de 2016